Perder la forma humana significa entrar en un estado de desprendimiento, de desapego, pero que no llega poco a poco, como un conocimiento o un "darse cuenta" de la importancia de perder ese apego, sino que llega de golpe. Un día sin previo aviso llega en que se pierde la forma humana y al día siguiente uno está envuelto en un sentimiento desconocido, inexplicable. Un momento en que el guerrero siente que no tiene más apego, que el mundo no tiene la fuerza ni el valor coercitivo que había tenido hasta ese momento. En el Camino del Guerrero, el mundo nos obliga a actuar de cierta manera, en ese sentido son importantes y de una sofisticación extraordinaria las conclusiones a las que se llega: "el mundo es una percepción y nosotros somos los que lo perciben", y de nosotros depende que le demos significado de uno o de otro modo. Debemos entender que el mundo es una percepción y como tal es posible actuar sobre él y cambiarlo, al cambiar la interpretación de esas percepciones y lograr el cambio de una manera sutil y al mismo tiempo dramática. También cambia el significado del mundo; éste deja de ser fijo, estéril, interminable, incompleto, tal y como lo percibimos normalmente. Un guerrero abarca todo eso y lo lleva a su punto culminante. "Perder la forma humana" es un cambio somático al nivel del campo de energía y no significa simplemente una transformación espiritual.
El hombre como campo de energía se transforma mediante la presión que el entrenamiento como guerrero le somete. Llega un momento en que esa presión es tan fuerte que impulsa el cambio orgánico, entonces el cambio es total, y no es que uno se esté reprimiendo, uno se libera. No se trata desesperadamente, por ejemplo, de no enojarse o de ser desprendido. Es el no tener interés, se extinguió el interés y, ¿cómo me relaciono con el mundo? Lo que es importante en un guerrero es que ya no tiene ningún vínculo que le ate al mundo como persona, y el único modo de entablar este puente con el mundo es a través de un personaje, como un actor, que no tiene historia personal.
Los chamanes del antigüo México aseguran que, según la tradición Tolteca, se puede trascender el sentido biológico de la muerte, es decir un hombre puede liberarse de la compulsión de morir y puede morir de una manera diferente, ellos lo llaman la "búsqueda de la libertad" que es un ciclo extraordinario que no tiene nada que ver con las unidades perceptivas de nuestro mundo cotidiano.
La muerte es el "mundo" de referencia de un guerrero. El Guerrero debe referirse constantemente a ese final inevitable y solo cuando toma a la muerte como punto de referencia, sin morbidez y sin sentirse abatido u ofendido, se puede en realidad superar la mezquindad natural de la vida. El hombre ordinario vive como si fuera inmortal, sin dar cuenta de sus actos a nadie, como si fuera eterno, dándose el lujo de perder el tiempo y andarse en idioteces. Tener a la muerte como punto de referencia es una manera mucho más interesante de enfocar la vida que vivirla aterrados por la muerte y sin embargo desperdiciarla. Es una manera espantosa de no darse cuenta de lo que se hace.
Hay dos actitudes frente a la muerte. La primera es tener una idea mórbida, rendirle culto. La otra es la represión: no pensar más en ella y tratar de olvidar a toda costa que un día vamos a morir.
La tradición tolteca, considera que la muerte es un punto de disolución, una referencia a todo lo que hacemos. Un guerrero quiere trascender la muerte y cambiarla. Sabe que va a morir, que se va a extinguir inevitablemente; pero adopta la opción de cambiar la finalidad de la muerte y la transformar conscientemente en algo diferente, sin dejar su cuerpo. Quizá esto puede parecer una idea absurda, imposible concebir lógicamente como occidentales que la intención de trascender la muerte tenga validez. Para el hombre corriente no dejar el cuerpo es absurdo y, sin embargo, eso es lo que un guerrero quiere para él y para su grupo. Ser capaces de trascender la inevitabilidad de la muerte mientras la fuerza viviente se escapa del cuerpo. Los chamanes de la tradición tolteca consideran que la fuerza viviente tiene la suficiente capacidad como para transformar al cuerpo en energía pura, lo opuesto a lo que le pasa al hombre del mundo cotidiano, que deja que la fuerza viviente se escape del cuerpo y que éste se extinga como un organismo muerto. Esas son las batallas del Nagual: la búsqueda de la libertad y la transformación del cuerpo en energía pura.