El propósito fundamental del acecho consiste en recuperar los filamentos que un guerrero ha ido dejando en el mundo a lo largo de su vida, y particularmente aquellos que otros seres luminosos dejaron en ellos. Sin esta premisa no hay posibilidad de manejar el desatino controlado. Esos filamentos ajenos son la base de nuestra ilimitada capacidad de sentirnos importantes. Para practicar el desatino controlado, puesto que no está hecho para engañar a la gente, uno tiene que ser capaz de reírse de sí mismo. Uno de los resultados de la recapitulación detallada es la capacidad de estallar en risa genuina cuando uno se encuentra cara a cara con las aburridas repeticiones que el yo personal hace acerca de su importancia.
La regla del nagual define el acecho y el ensueño como artes, por tanto, es algo que uno pone en práctica, algo que uno lleva a cabo. La naturaleza intrínseca del aliento es dar vida, y eso es lo que le da capacidad de limpiar el cuerpo luminoso. Esta capacidad es la que convierte a la recapitulación en una cuestión práctica. Una recapitulación profunda es el medio más expedito para perder la forma humana. De ahí que a los acechadores les es más fácil, después de recapitular sus vidas, hacer uso de todos los no-hacer del yo personal, como son borrar la historia personal, perder la importancia en uno mismo, romper las rutinas, etcétera.
Sólo un maestro acechador puede ser un maestro del desatino controlado. El desatino controlado no significa embaucar a la gente. Significa, que un guerrero aplica los siete principios básicos del arte de acechar en cualquier cosa que hacen, desde los actos más triviales hasta las situaciones de vida o muerte. Aplicar estos principios produce tres resultados. El primero es que los acechadores aprenden a nunca tomarse en serio: aprenden a reírse de sí mismos. Puesto que no tienen miedo de hacer el papel de tontos, pueden hacer tonto a cualquiera. El segundo es que los acechadores aprenden a tener una paciencia sin fin. Los acechadores nunca tienen prisa, nunca se irritan. Y el tercero es que los acechadores aprenden a tener una capacidad infinita para improvisar.
Los acechadores voltean la cabeza; sin embargo, no lo hacen para enfrentar una nueva dirección, sino para enfrentarse al tiempo de una manera distinta. Los acechadores encaran el tiempo que llega. Normalmente encaramos el tiempo cuando éste se va de nosotros. Sólo los acechadores pueden cambiar esta situación y enfrentar el tiempo cuando éste avanza hacia ellos. Voltear la cabeza no significa que uno ve el futuro, sino que uno ve el tiempo como algo concreto, pero incomprensible.
Somos guerreros, y los guerreros tienen una sola meta en la mente: ser libres. Morir y ser devorado por el Águila es el destino del hombre. Por otra parte, querer salirnos de nuestro destino, querer entrar serenos y desprendidos a la libertad, es la audacia final.
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