Algunas imágenes de este Blog, han sido sacadas de Internet.
Si alguien tiene derechos y quiere que no salgan en este espacio,
nos lo hacen saber y serán retiradas inmediatamente.

Tradicion Tolteca

El Camino del Guerrero Grupos de Práctica

La Tensegridad es un arte: el arte de adaptarse a la propia energía, a la energía de los demás y al entorno que nos rodea de tal manera, que este acto contribuya a la integridad de la totalidad que somos.

Ejecutar los pases mágicos de la Tensegridad individualmente y en grupo es una actividad asidua con el cuerpo, responsable de los numerosos cambios positivos que se producen en la personalidad. Estos cambios van precedidos generalmente de un entendimiento más profundo de uno mismo, tanto en función del pasado como en función del cuerpo.

La Tensegridad tiene como objetivo ayudar al individuo a recuperar las funciones fundamentales de respirar, moverse, sentir y expresarse a sí mismo; promoviendo dinámicamente la salud y su bienestar.

Cuando la Tensegridad se convierte en una parte natural de nuestra vida, quedamos sorprendidos por la gran cantidad adicional de energía que tenemos para realizar nuestras actividades de cada día.

¡Ponte en Contacto hoy mismo para Informarte sin compromiso!


CENTRO FÉNIX DE NATUROPATÍA

México - Tels. 229 115 66 26 - 229 913 80 88

España - Tels. 680 53 75 56 - 965 78 63 38


viernes, 12 de julio de 2019

La Luz es Fuego

La idea del fin de los tiempos ha penetrado en las conciencias. Aislados del pasado, dudando del porvenir, el hombre ha descubierto el presente como valor absoluto, ha vuelto a encontrar la eternidad en esta débil frontera. En un mundo en que lo trágico y lo extraño se suceden de este modo, cabe preguntarse de qué estará hecha la gente que no tiene fe y que tampoco quiere divertirse.

¿Por qué tendríamos que preocuparnos por el fin del mundo? Esto ya ha ocurrido varias veces. Después de un millón de años de vagar por el mundo, sin duda los hombres han conocido más de un apocalipsis. La inteligencia se ha apagado y ha vuelto a encenderse varias veces. El hombre camina a lo lejos por la noche, con una linterna en la mano, es alternativamente sombra y fuego. Todo nos invita a pensar que el mundo ha llegado una vez más al final y que hacemos un nuevo aprendizaje de la existencia inteligente en un mundo nuevo: el mundo de las grandes masas humanas, de la energía nuclear, del cerebro electrónico y de los cohetes interplanetarios. Tal vez necesitaríamos un alma y un espíritu distintos para esta Tierra diferente.

Los hombres de esta Tierra, ¿somos los únicos? Porque, bajo las estrellas, se encuentran nuestros rostros invertidos, llevados por la misma curiosidad que acompaña a una infinita dilatación del espíritu. La religión nos es demostrada por lo absurdo. Ya no es la doctrina desconocida la que se oye, ya no. Es la conciencia no escuchada la que grita. Los hechos hablan a grandes voces. La verdad abandona las alturas de la palabra y entra en el pan que comemos. ¡Y la luz es fuego!

A la idea desconcertante de que acaso la inteligencia humana no es la única que vive y que actúa en el Universo, ha venido a sumarse la idea de que nuestra propia inteligencia es capaz de recorrer mundos diferentes del nuestro, de comprender sus leyes, de ir, en cierto modo, a viajar y a trabajar al otro lado del espejo. Viajando de este modo por otros universos, vuelve de sus exploraciones cargado de útiles eficaces para la transformación del mundo en que vivimos. Posee a la vez el ser y el hacer, tan próximo al genio de la música pura, es, al propio tiempo, aquel cuya eficacia sobre la materia es mayor. Del “más allá absoluto” ha nacido “el arma absoluta”.

En fin, al elevar el pensamiento a su más alto grado de abstracción, el hombre se da cuenta de que este pensamiento no es tal vez de su propiedad exclusiva. Descubre que los insectos, por ejemplo, parecen tener conciencia de propiedades del espacio que se nos escapan, y que acaso existe un pensamiento universal, y que tal vez un cántico del espíritu superior brota de la totalidad de lo viviente... De este mundo en que, para el hombre, ya no hay nada seguro, ni él mismo, ni el mundo tal como lo definían las leyes y los hechos antaño admitidos, nace a toda velocidad una mitología. La cibernética ha hecho nacer la idea de que la inteligencia humana ha sido rebasada por la del cerebro electrónico, y el hombre ordinario sueña en el ojo verde, la máquina “que piensa” con la misma preocupación y el mismo espanto con que el antiguo egipcio soñaba con la Esfinge.

A la pregunta: ¿Somos los únicos?, viene a añadirse otra: ¿Somos los últimos? ¿Se detiene la evolución en el hombre? ¿No estará ya formándose el Superior? ¿No estará ya entre nosotros? Y este Superior, ¿tenemos que imaginarlo como un individuo o como un ser colectivo, como la masa humana entera en vías de fermentar y coagularse, arrastrada toda ella al logro de la conciencia de su unidad y de su ascensión? En la era de las masas, el individuo muere, pero es la muerte salvadora de la tradición espiritual: morir para nacer al fin. Muere a la conciencia psicológica para nacer a la conciencia cósmica. Siente la formidable presión del dilema: morir resistiéndose, o morir obedeciendo. Del lado de la negativa, de la resistencia, está la muerte total. Del lado de la obediencia, está la muerte-rellano que conduce a la vida total, pues se trata de preparar a la multitud para la creación de un psiquismo unánime regido por la conciencia del Tiempo, del Espacio y del afán de descubrimiento. Mirándolo de cerca, todo esto refleja mejor el fondo de los pensamientos y de las inquietudes del hombre de hoy que los análisis de la novela neonaturalista o los estudios político-sociales; pronto nos daremos cuenta de ello, cuando los que usurpan la función de testigos y ven las cosas nuevas con ojos antiguos, sean fulminados por los hechos.

Se deberían modificar necesariamente lo que pensábamos hasta hoy de la naturaleza del conocimiento humano, conmover las ideas sobre las relaciones del hombre con su propia inteligencia; en una palabra, exigir una actitud muy diferente de lo que todavía ayer llamábamos actitud moderna. A una invasión de lo fantástico exterior debería corresponder una exploración de lo fantástico interior. ¿Existe lo fantástico interior? Y lo que el hombre ha hecho, ¿no sería proyección de lo que es o de lo que llegará a ser?

Inteligencia total, conciencia despierta; parece que el hombre se encamina a estas conquistas esenciales, en el seno del mundo en pleno renacimiento y que parece exigirle ante todo la renuncia a la libertad. Pero, la libertad, ¿para hacer qué? Efectivamente, la libertad de ser lo que era, le está siendo retirada poco a poco. La única libertad que pronto le será otorgada es la de ser otro, la de pasar a un estado superior de inteligencia y de conciencia. Esta libertad no es de esencia psicológica, sino mística, al menos ateniéndonos a los esquemas de antaño, al lenguaje de ayer. En cierto sentido, pensamos que la civilización consiste en que el avance llamado místico se extienda, sobre la tierra humeante de fábricas y vibrante de artefactos, a la Humanidad entera. Y se verá que este avance es práctico, que es, en cierto modo, el “segundo soplo” necesario a los hombres para acoplarse a la aceleración del destino de la Tierra.

La libertad, este poder de ser la causa, esta facultad del mérito, quiere que el hombre se rehaga él mismo.

No hay comentarios: