Un guerrero toma su suerte sea la que sea, y la acepta con la máxima humildad. No como base para lamentarse, sino como base para su lucha y desafío. Él no agacha la cabeza ante nadie, pero al mismo tiempo, tampoco permite que nadie agache la cabeza ante él.
”Ser” es una capacidad especial que puede cultivarse y que permite percibir la naturaleza última de las cosas. Siempre estamos a un paso de distancia y nuestra vivencia del mundo es siempre un recuerdo de la experiencia. Estamos eternamente recordando el instante que acaba de suceder, la solidez del cuerpo son recuerdos; al igual que todo lo demás que sentimos del mundo, son recuerdos que acumulamos.
Tenemos el deber de apaciguar nuestras mentes. Un guerrero no gana victorias golpeándose la cabeza contra los muros. Los guerreros saltan los muros, no los derriban. Se debes cultivar el sentimiento de no necesitar nada. Tenemos todo lo necesario para el viaje extravagante que es la vida. La verdadera experiencia es ser un hombre, y lo que cuenta es estar vivo. La vida en sí misma es suficiente, se explica sola y es completa.
Si un guerrero necesita alivio, simplemente elige a cualquiera y le expresa a esa persona cada detalle de su tumulto. Después de todo, el guerrero no busca que lo entiendan o lo ayuden; con hablar simplemente busca aliviar su presión.
Un guerrero se acepta con humildad tal y como es. Está en las manos del poder y su única libertad es elegir una vida impecable. No hay manera de fingir el triunfo o la derrota. Tu razón podrá querer que fracases por completo, para así aniquilar la totalidad de tu ser. Pero hay una contramedida que no te permitirá declarar una falsa derrota o victoria. Si crees que puedes retirarte al refugio del fracaso, estás loco. Tu cuerpo montará guardia y no te dejará ir hacia ninguno de los dos lados.
Un hombre de conocimiento no puede de ninguna manera actuar hacia sus semejantes en términos perjudiciales. Nadie puede tramar nada contra la seguridad y el bienestar de un hombre de conocimiento. Si algo hubiera su “ver" se lo hará saber. Ahora bien, si algo hubiera y su ver no lo alcanza, entonces es su destino y ni él ni nadie puede evitar eso. Un hombre de conocimiento tiene el control sin controlar nada.
Un guerrero siempre está listo. Para sacar poder del crepúsculo hay que ir alzando los dedos extendidos en abanico, y cerrando los puños con fuerza cuando los brazos están en el punto medio, entre el horizonte y el cenit, por supuesto mirando hacia el oeste.
Conservando los ojos sin enfocar en un punto justo arriba del horizonte, es posible percibir, en forma simultánea, cada elemento en el panorama total de casi 180º frente a los ojos. Este ejercicio es una manera de suspender el diálogo interno.
Suspender el diálogo interno implica algo más que sólo reprimir las palabras que se dice uno mismo. Todos los procesos intelectuales se detienen y te sientes suspendido, flotando.
El mundo es así como es, porque hablamos con nosotros mismos acerca de que es así como es. Esto es el diálogo interno. Cambiar nuestra idea del mundo es la clave, y la única manera de lograrlo es parar el diálogo interno. Lo demás es sólo un arreglo.
El mundo debe ajustarse a su descripción, es decir, la descripción se refleja a sí misma. Otro punto es que hemos aprendido a relacionarnos con nuestra descripción del mundo en términos de hábitos.
El conocimiento es pavoroso, pero si un guerrero acepta la naturaleza aterradora del conocimiento, cancela lo temible.
Cada vez que el diálogo cesa, el mundo se desploma y salen a la superficie facetas extraordinarias de nosotros mismos. Eres como eres porque te dices a ti mismo que eres así.
Preparando el Intento
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