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lunes, 15 de abril de 2013

La Primera Atencion

La conciencia de los seres humanos adultos, madurada por el proceso del crecimiento, ya no se la puede llamar simplemente conciencia de ser, porque su modificación la ha convertido en algo más intenso y complejo, algo que los chamanes llaman atención.

En cierto momento, a medida que los seres humanos crecen, una banda de emanaciones del interior de sus esferas luminosas se vuelve más brillante, conforme los seres humanos acumulan experiencia, esa banda comienza a resplandecer. En algunos casos, el resplandor de la banda aumenta tan dramáticamente que se fusiona con las emanaciones del exterior. Los chamanes, al presenciar tal enriquecimiento, tuvieron que concluir que la conciencia de ser es la materia prima y que la atención es el producto final.
Los chamanes dicen que la atención es dominar y enriquecer la conciencia de ser a través del proceso de vivir.

La atención es el logro individual más grande de la humanidad. Empieza a desarrollarse desde la conciencia animal, en bruto, hasta que llega a abarcar toda la gama de alternativas humanas. Los chamanes la perfeccionan aún más hasta hacerla cubrir con la gama total de posibilidades humanas.
Las alternativas humanas son todo lo que somos capaces de elegir como personas. Tienen que ver con el nivel de nuestra escala cotidiana, con lo conocido; y por tanto, son bastante limitadas en número y alcance. Las posibilidades humanas, por otro lado, pertenecen a lo desconocido. No son lo que somos capaces de elegir como personas sino lo que somos capaces de alcanzar como seres vivientes. Un ejemplo de lo primero, las alternativas humanas, es creer que el cuerpo es un objeto entre objetos. Un ejemplo de lo segundo, las posibilidades humanas, es lo que los chamanes logran hacer al “ver” al ser humano como un ser luminoso en forma ovoide. Con el cuerpo como objeto, uno se enfrenta a lo conocido, con el cuerpo como huevo luminoso uno enfrenta lo desconocido; las posibilidades humanas tienen, por consiguiente, un alcance casi inagotable.

Los chamanes dicen que hay tres tipos de atención. Cuando dicen eso, se refieren solo a los seres humanos y no a todos los seres conscientes que existen. Pero los tres no son tan solo tipos de atención, son más bien tres niveles de realización. Son la primera, segunda y tercera atenciones; cada una es un reino independiente y completo en sí mismo.
En el hombre, la primera atención es la conciencia animal, en bruto, que a través del proceso de la experiencia humana ha sido convertida en una facultad compleja, intrincada y extremadamente frágil, que se encarga del mundo cotidiano en todos sus innumerables aspectos. En otras palabras, aquello en lo que uno puede pensar forma parte de la primera atención.
La primera atención es todo lo que somos como seres humanos comunes y corrientes. En virtud de su dominio tan absoluto sobre nuestras vidas, la primera atención es la propiedad más valiosa que tenemos. Quizás es incluso nuestra única propiedad.
En términos de lo que los chamanes “ven”, la primera atención es un intenso resplandor de color ambarino. Es un resplandor que invariablemente se mantiene fijo en la parte superior de superficie de la esfera luminosa y que abarca lo conocido.

La conciencia de ser comienza con la presión permanente que ejercen las emanaciones en grande sobre las del interior de la esfera luminosa. Esta presión produce el primer acto de conciencia; detiene el movimiento de las emanaciones atrapadas, que incesantemente luchan por romper la esfera de luz para salir, para morir.
Los chamanes saben que en verdad todos los seres vivientes luchan por morir. Lo que detiene a la muerta es estar consciente de ser.
Los chamanes de la antigüedad se vieron profundamente perturbados por el hecho de que la conciencia detiene a la muerte y a la vez la induce a ser el alimento para el Águila. Como no podían explicar esa contradicción, porque no hay manera racional de comprender la existencia, llegaron a la conclusión de que su conocimiento estaba compuesto de proporciones contradictorias.
Los chamanes “viendo” descubrieron verdades indiscutibles. Esas verdades están ordenadas en términos de contradicciones supuestamente flagrantes. Por ejemplo, los chamanes tienen que ser seres metódicos, racionales, parangones de sobriedad, y a la vez deben rehusar todas esas cualidades para poder ser completamente libres y abrirse a las maravillas y misterios de la existencia.
Solo un sentimiento de suprema sobriedad puede tender un puente entre las contradicciones.

Al examinar el resplandor de la conciencia, los chamanes hallaron que todos los seres orgánicos, excepto el ser humano, aquietan las emanaciones atrapadas dentro de sus esferas luminosas para que ellas puedan alinearse con sus correspondientes emanaciones en grande. Los seres humanos en lugar de eso hacen que su primera atención tome un inventario de las emanaciones del Águila en el interior de sus esferas luminosas.
Los seres humanos prestan atención a las emanaciones que tienen en el interior de sus esferas luminosas. Ninguna otra criatura hace eso. En el momento en que la presión de las emanaciones en grande fija a las emanaciones interiores, la primera atención comienza a observarse a sí misma. Anota todo acerca de sí misma, o por lo menos intenta hacerlo, de maneras aberrantes. Éste es el proceso que los chamanes llaman hacer un inventario.
Hacer un inventario es una orden del Águila. Sin embargo, lo que queda sujeto a la voluntad del ser humano es la forma en que se obedece ese comando.
en el caso del inventario de la primera atención, los chamanes hacen el inventario, porque no pueden desobedecer. Pero una vez que lo han hecho lo tiran por la ventana. El Águila no nos ordena adorar nuestro inventario: nos ordena hacerlo, eso es todo.

Las emanaciones interiores del ser humano no se aquietan con objeto de aparejarse con las exteriores. Esto es evidente después de “ver” lo que hacen otras criaturas. Al aquietarse, algunas de ellas, se funden con las emanaciones en grande y se mueven con ellas. Por ejemplo, los chamanes pueden “ver” cómo se expande a gran tamaño la luz de las emanaciones de los escarabajos.
Los seres humanos aquietan sus emanaciones y reflexionan en ellas. Las emanaciones se concentran en sí mismas. Los seres humanos llevan el comando de hacer un inventario a un extremo lógico y hacen caso omiso de todo lo demás. Una vez que están profundamente involucrados en el inventario, pueden ocurrir dos cosas. Pueden ignorar los impulsos de las emanaciones en grande, o pueden utilizar esos impulsos de una manera muy especializada.
El resultado final de ignorar esos impulsos es un estado único conocido como la razón, el raciocinio. El resultado de usar los impulsos de una manera especializada se conoce como la absorción en uno mismo.
Los chamanes perciben la razón humana como un resplandor opaco, extrañamente homogéneo, que solo en muy raras ocasiones responde a la constante presión de las emanaciones en grande; un resplandor que endurece la esfera luminosa, pero también la vuelve más quebradiza.
En la especie humana la razón debería abundar, pero en realidad es muy escasa. La mayoría de los seres humanos eligen la absorción en sí mismos.
Para que pueda haber interacción entre los seres vivientes, la conciencia necesita un grado de absorción en sí misma. Pero con la excepción del ser humano, ningún ser viviente tiene un grado tal de absorción en sí mismo. Al contrario de los hombres de razón, que ignoran los impulsos de las emanaciones en grande, los individuos absortos en sí mismos usan esos impulsos y los convierten en una fuerza que agita aún más las emanaciones en el interior de sus esferas luminosas.
Al observar todo esto, los chamanes llegaron a una conclusión práctica. “Vieron” que los hombres de razón llegan a vivir mucho más, porque al no hacer caso del impulso de las emanaciones en grande, aquietan la agitación natural del interior de sus esferas luminosas. Por otra parte, al usar el impulso de las emanaciones en grande para crear una mayor agitación, los individuos absortos en sí mismos acortan sus vidas.

La primera atención funciona muy bien con lo desconocido. Lo bloquea; lo niega con tanta ferocidad que, al final, lo desconocido no existe para la primera atención.
Hacer un inventario nos hace invulnerables. Es precisamente por eso que existe el inventario.

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