En el arte de la guerra, una vez que se tiene el valor y la decisión de ir a la pelea, lo primero que se debe hacer es observar al enemigo para conocerlo bien y saber cómo combatirlo.
Creo que somos bienes inmuebles, accesorios, ganado. Pienso que pertenecemos a algo; que antaño la Tierra era una especie de no man’s land que otros mundos exploraron, colonizaron y se disputaron entre ellos.
Desde hace miles de años hemos sido colonizados por el volador, un ser inorgánico que drena nuestra luminosidad y nos convierte en unos egomaníacos. Los chamanes lo hicieron público a finales del siglo pasado. Los voladores nos han dado el sistema social, las religiones basadas en la súplica y la autocompasión, las ideas sobre el bien y el mal y, sobre todo, la creencia totalmente infundada de que somos los propietarios de este planeta y podemos enseñorearnos sobre todas sus formas de vida.
Cualquiera puede comprobar la existencia de los voladores si está dispuesto a disciplinarse y tiene el coraje para hacerlo. Te aseguro que después de comprobar empíricamente la existencia del volador nada vuelve a ser como antes. Los voladores nos han sometido a través de una maniobra muy sofisticada: han interrumpido nuestra evolución al darnos su mente, a la que los chamanes videntes llaman "instalación foránea". La mente foránea es mórbida, barroca, egomaníaca, paranoica, contradictoria y carente de concentración. Todo lo que se opone a estos aspectos permite tomar contacto con la no-mente, la conciencia humana propiamente dicha.
A la mayoría de la gente le puede parecer inconcebible esto que se plantea aquí, sin embargo es algo que se puede comprobar por uno mismo. Para los niños es más fácil ver a este depredador inorgánico. Durante la niñez, el volador va implantando su dominio, pero los niños tienen la ocasión de oponer resistencia y no dejarse drenar. Los niños tienen la capacidad de ver a los seres inorgánicos, muchos de los cuales pueden ser fabulosos guías y guardianes. Algunos de esos seres inorgánicos pueden ser nuestros aliados naturales si los tratamos como iguales, con afecto, aunque sean infinitamente más antiguos y sabios que nosotros.
Para combatir al volador hay básicamente cuatro armas: asombro, voluntad, humor, concentración. Cuando experimentamos genuino asombro ante algo que normalmente nos produce rabia, miedo o tristeza, el volador sale disparado porque nos volvemos desabridos y no se puede comer nuestra luminosidad. Cuando estamos atrapados en el yo de la importancia personal generamos llamaradas de energía de las que se alimenta esta conciencia. Todo lo que nos aleje de la mente del yo nos vuelve incomibles. Un elemento práctico para hacer esto es eliminar las quejas, la importancia personal en sus dos aspectos, ya sea como arrogancia o autocompasión. Por ejemplo creer que somos “especiales” o que nos merecemos mejores condiciones de vida sin hacer ningún esfuerzo para alcanzarlas. Todo lo que represente victimización, el sentimiento borrego de que somos unos pobrecitos a los que se les infligen injusticias y lloriqueamos por eso, todo eso nos convierte en comida de su majestad el volador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario