A veces es tan sutil el hilo que separa lo engañoso de lo verdadero, las burdas copias del auténtico original, que abordar ahora el tema del chamán resulta un tanto fastidioso por las confusiones o malas interpretaciones a que se presta. Hay mucho charlatán disfrazado de chamán, mucho embaucador que pretende detentar poderes sobrenaturales, demasiados farsantes que se hacen pasar por hombres o mujeres de conocimiento arrastrando tras de sí a buscadores de experiencias fenoménicas, oníricas o astrales sin más fin que el de engordar sus egos o adherirse a una suma de individualidades que confunden el plano del alma inferior con el de la universal, y que por supuesto nada saben del espíritu.
En verdad: Él es en las sociedades arcaicas el introductor o psicopompo en los misterios, tal como el sabio de siglos posteriores, el cual ofrece una iniciación intelectual-espiritual, aunque asimismo –o tal vez por ello– es el encargado de administrar los venenos necesarios de manera eficiente, incluso mágica-teúrgica. Por ello y por otras razones es el guía de una sociedad o un grupo, para el que es el hombre –o mujer– de conocimiento y también el que detenta, a menudo, la autoridad temporal.
Y lo más paradójico es que los pocos chamanes que quedan hoy en día no son sólo los hombres-mujeres medicina y guías espirituales de los menguados pueblos indígenas que malviven en distintos puntos del planeta, sino que algunos pueden incluso habitar en grandes ciudades o permanecer apartados en sus refugios, pasando desapercibidos, siendo los que se dan notoriedad aquellos showmen de turno a los que nos hemos referido más arriba. Un chamán no tiene porque ir con taparrabos ni ataviado con plumas y sonajas, administrando hierbas o imponiendo las manos. Lo que lo inviste como tal es el hecho de que ha experimentado el acceso a otros planos cada vez más sutiles, y abstractos (para decirlo de algún modo), pues se refiere en verdad a grados en la senda del Conocimiento y son más reales que la versión que ofrecen los sentidos, aunque desde luego, basándose en ellos para poder trascenderlos. O sea, darles sentido, encuadrándolos tomando y utilizando los elementos doctrinales o arquetípicos de ese grupo, o de una futura identificación con lo sagrado al ser fecundados por la palabra divina, o la revelación directa que se puede observar en todo lo creado y lo que está por detrás de ello.
Estos auténticos chamanes han muerto en vida y han renacido gracias al influjo espiritual directo; guiados por una doctrina cosmogónica que entronca con la Tradición Unánime, han pasado durísimas pruebas, todas ellas encaminadas a determinar sus cualificaciones espirituales a la par que se ejercitan en el conocimiento de los indefinidos planos del Ser, los que recorren en sus vuelos internos.
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