El poder personal es un sentimiento, algo así como tener suerte.
También podría definirse como un estado de ánimo.
El poder personal es algo que uno adquiere sin importar su propio origen.
Una persona de conocimiento es aquella que, sin apurarse ni desfallecer, llega lo más lejos que puede en desentrañar los secretos de su propio poder personal.
Para que el cuerpo se sienta perfectamente, el secreto no está en lo que uno mismo se hace, sino más bien en lo que no se hace. Una persona es impecable cuando confía en su poder personal, sea éste pequeño o grande.
El sino es inalterable y el desafío consiste en cuán lejos se puede llegar dentro de los rígidos confines del poder personal y que tan impecable se puede llegar a ser.
Cuando vivimos de acuerdo a nuestro poder personal tenemos la oportunidad que siempre hemos estado esperando: percibir y vivir como seres luminosos.
En la condición de seres luminosos todo el organismo se eleva a un estado desconocido en el que se ilumina tanto interior como exteriormente, se purifica y se fortalece, haciéndose vigoroso y alegre al mismo tiempo. Empieza a fluir del individuo un encanto especial, que es algo más que simple belleza y en sus ojos brilla una curiosa transparencia.
El juego del cuerpo llevado por el poder personal adquiere una gracia que antes no tenía y el simple hecho de moverse constituye placer y felicidad, como también respirar.
Todas las gratificaciones anteriores como el beber, el café, las grasas, los estimulantes, acostarse tarde, los lujos innecesarios, los placeres nocturnos, no parecen sino sueños mortecinos; llega ahora el amanecer, todo encaja en su lugar natural, todo es saludable y portador de alegrías infinitas.
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