Hay una serie de patrones de comportamiento condicionado que entran en juego entre dos seres humanos y que determinan la naturaleza de su interacción. En lugar de que la interacción ocurra entre dos personas, ocurre entre dos imágenes conceptuales. Mientras más identificadas estén las personas con sus personajes respectivos, más falsa es su relación.
Tenemos una imagen mental no solamente de la otra persona, sino de nosotros mismos. Por tanto, no soy yo quien realmente se está relacionando con la otra persona, sino que mi idea de lo que soy se relaciona con mi idea de lo que es la otra persona, y viceversa.
La imagen conceptual que la mente fabrica de nosotros mismos se relaciona con su propia creación, es decir, la imagen conceptual fabricada acerca de la otra persona. Lo más probable es que la mente de la otra persona haya hecho lo mismo, de tal manera que todas las interacciones egotistas entre dos personas en realidad son interacciones conceptuales fabricadas por la mente, las cuales, en última instancia, son ficticias. Por consiguiente, no sorprende que las relaciones estén plagadas de conflicto. No hay una relación verdadera.
Si estamos atentos, para darnos cuenta de la interacción que tenemos con los demás podremos observar fácilmente que nos relacionamos de maneras muy diferentes, teniendo en cuenta la persona que tengamos delante. Al principio puede ser más fácil observar estos cambios en los demás, pero también podemos detectarlos en nosotros mismos. Hablamos y nos dirigimos de manera diferente con unas personas que con otras, porque estamos representando distintos personajes. En realidad no somos nosotros mismos sino que representamos unos papeles sociales.
Quizás muchas veces te has dado cuenta de que los pensamientos absorben toda tu atención lentamente y que te identificas con la voz que suena en tu cabeza. Es entonces cuando los pensamientos quedan investidos de un sentido de yo.
Esto es el volador, el «yo» creado por la instalación foránea que identificamos como nuestra mente. Este yo fabricado por la mente del volador se siente incompleto y precario. Por eso el temor y el deseo son sus emociones predominantes y sus fuerzas motivadoras. Cuando te das cuenta que hay una voz en tu cabeza que pretende ser tú y que nunca deja de hablar, estás saliendo de la identificación inconsciente con la corriente de pensamientos que te han inculcado.
Cuando notas esa voz y te das cuenta de que tú no eres la voz, sino quien es consciente de ella, es cuando la luz empieza a iluminar tu camino. La libertad estriba en conocerte a ti mismo como la conciencia que está detrás de la voz.
El volador siempre está buscando. Busca añadirse algo más de esto o de lo otro para completarse. Esto explica su preocupación compulsiva por las posesiones y el futuro. Cuando te das cuenta de que ahora mismo tienes todo lo necesario para el extravagante viaje que es tu vida y que no necesitas nada más que confiar y vivir los momentos que tienes como lo que son: únicos e irrepetibles, una inteligencia mucho más poderosa que la inteligencia del volador tomará las riendas de tu vida. Esa inteligencia es el conocimiento silencioso.
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