Los chamanes vieron que el resplandor de la conciencia aumenta de tamaño y de intensidad conforme las emanaciones interiores de la esfera luminosa se alinean con las emanaciones en grande. Esta observación los sirvió de trampolín y siguieron adelante desarrollando una compleja serie de técnicas para manejar ese alineamiento.
Al principio se referían a esas técnicas como la maestría del alineamiento. Luego se dieron cuenta que lo que estaba involucrado era mucho más que alineamiento, era la energía que surge del alineamiento de emanaciones, y esa energía la llamaron voluntad.
La voluntad es la responsable de nuestra percepción del mundo cotidiano, e indirectamente, a través de la fuerza de esa percepción, es responsable de la localización del punto de encaje en su posición acostumbrada.
Los chamanes del nuevo ciclo examinaron cómo tiene lugar la percepción del mundo de la vida diaria y vieron los efectos de la voluntad. Vieron que el alineamiento es renovado incesantemente para conferirle así continuidad a la percepción. Para renovar cada vez el alineamiento con el frescor que necesita para crear un mundo vivo, la descarga de energía que procede de esos mismos alineamientos se redirige automáticamente para reforzar algunos alineamientos selectos.
Esta nueva observación les sirvió a los nuevos chamanes como otro trampolín que les ayudó a alcanzar la tercera base de sus técnicas. La llamaron el intento y la describieron como guiar la voluntad o guiar intencionadamente la energía del alineamiento.
Los nuevos chamanes juzgaron que era imperativo ver las emanaciones del Águila, a fin de encontrar una manera conveniente de mover el punto de encaje. Al tratar de ver las emanaciones se encontraron con un serio problema. Se dieron cuenta que no hay manera de verlas sin correr peligro mortal, y sin embargo tenían que verlas. Esa fue la época en que usaron la técnica de ensueño de los antiguos videntes como escudo para protegerse del golpe mortal de las emanaciones del Águila y, al hacerlo, encontraron que el ensueño en sí era la manera más efectiva de mover el punto de encaje. Una de las órdenes más estrictas de los nuevos chamanes fue que los guerreros tienen que aprender a ensoñar mientras están en un estado de conciencia normal.
Ensoñar es muy peligroso y los ensoñadores muy vulnerables. Es peligroso porque la fuerza del alineamiento es inconcebible; y los ensoñadores son vulnerables porque el ensueño los deja a merced de esa fuerza.
Los nuevos chamanes descubrieron que en nuestro estado de conciencia normal tenemos incontables defensas que pueden protegernos de la fuerza de las emanaciones que nunca son usadas y que repentinamente se alinean en el ensueño.
El ensueño comenzó con una simple observación. Los antiguos chamanes observaron que en sueños, el punto de encaje se mueve ligeramente al lado izquierdo, de una manera muy natural. Y aunque uno no sueñe, el punto de encaje pierde algo de su fijeza mientras uno duerme, y empieza a hacer resplandecer muchísimas emanaciones que nunca se usan.
Los antiguos chamanes tomaron esta observación y empezaron a trabajar con ese movimiento natural hasta que pudieron controlarlo. Llamaron a ese control ensoñar, o el arte de manejar el cuerpo de ensueño. Los chamanes, antiguos y nuevos, entendían el ensueño como el control del leve movimiento natural que experimenta el punto de encaje durante el sueño. El controlar ese cambio no implica de ninguna manera dirigirlo, sino mantener al punto de encaje fijo en la posición a la que se mueve durante el sueño; una maniobra extremadamente difícil que los antiguos chamanes lograron perfeccionar con enorme esfuerzo y concentración.
Los ensoñadores tienen que llegar a un equilibrio muy sutil, porque no pueden interferir en los sueños, ni tampoco pueden imponer sus deseos en ellos, y sin embargo el movimiento del punto de encaje debe obedecer la orden del ensoñador, una contradicción que no puede ser racionalizada pero que debe resolverse en la práctica.
El movimiento del punto de encaje al interior del lado izquierdo es lo que produce los sueños. Mientras más profundo es el movimiento, más vívido y extraño es el sueño. Los antiguos trataron de dirigir sus sueños para lograr que sus puntos de encaje penetraran profundamente en el lado izquierdo. Al tratarlo, descubrieron que cuando los sueños son dirigidos, consciente o semiconscientemente, el punto de encaje regresa de inmediato a su lugar de costumbre. Puesto que lo que querían era que ese punto se moviera, llegaron a la inevitable conclusión de que interferir en los sueños era interferir en el movimiento natural del punto de encaje.
En las enseñanzas para el lado derecho, el ensueño no es el control de los sueños, y todos los ejercicios que hay que cumplir, como encontrar las manos en los sueños, no están planeados para el entrenamiento de dirigir los sueños. Estos ejercicios están diseñados para mantener el punto de encaje fijo en el lugar al que se hubiera movido en el sueño. Ahí es donde los ensoñadores tienen que lograr un equilibrio sutil. Lo único que ellos pueden dirigir es la estabilidad de sus puntos de encaje.
Dondequiera que se mueva el punto de encaje en los sueños se llama posición de ensueño. Los antiguos chamanes se volvieron tan expertos en mantener su posición de ensueño que incluso podían despertar mientras sus puntos de encaje seguían anclados allí. Los chamanes llamaron cuerpo de ensueño a ese estado, porque lo controlaban al grado de crear un nuevo cuerpo provisional cada vez que despertaban en una nueva posición de ensueño.
Al ensoñar realmente no hay manera de dirigir el movimiento del punto de encaje; lo único que afecta a ese movimiento es la fuerza o la debilidad interna de los ensoñadores, y ese es un peligro inminente.
Al principio, los nuevos chamanes tuvieron profundos escrúpulos en usar el ensueño. Estaban seguros que, en vez de fortalecer, el ensueño debilitaba y volvía compulsivos y caprichosos a los guerreros. Todos los antiguos chamanes fueron así. Puesto que no les quedaba más opción que usarlo, para contrarrestar el atroz efecto del ensueño los nuevos chamanes desarrollaron un magnífico sistema de comportamiento llamado el camino o la senda del guerrero.
Con ese sistema, los nuevos chamanes se fortificaron y adquirieron la fuerza interna que se necesita para guiar, en sueños, el movimiento del punto de encaje. Tener fuerza interna significa poseer un sentimiento de ecuanimidad, casi de indiferencia, un sentimiento de sosiego, de holgura. Pero sobre todo, significa tener una inclinación natural y profunda por el examen, por la comprensión. Los nuevos chamanes llamaron sobriedad a todos esos rasgos del carácter.
La convicción que tienen los nuevos chamanes es que una vida de impecabilidad lleva de por sí, inevitablemente, a un sentido de sobriedad, y eso a su vez hace moverse al punto de encaje.
Los nuevos chamanes sabían que el punto de encaje puede moverse desde adentro. Ellos sostuvieron que los hombres impecables no necesitan que alguien los guíe, que por sí solos, mediante el ahorro de su energía pueden hacer todo lo que hacen los chamanes. Lo único que necesitan es una oportunidad mínima, solamente necesitan darse cuenta de las posibilidades que los chamanes han descubierto. Todo lo que se requiere es impecabilidad
Todo comienza con un solo acto que tiene que ser premeditado, preciso y continuo. Si este acto se lleva a cabo por un periodo de tiempo largo, uno adquiere un sentido de intento inflexible que puede aplicarse a cualquier cosa. Si se logra ese intento inflexible el camino queda despejado, una cosa llevaría a otra hasta que el guerrero emplea todo su potencial.
El cuerpo de ensueño es en realidad una burbuja de luz. Cuando el punto de encaje se mueve a las profundidades del lado izquierdo, llega más allá del punto donde no hay dudas. En esa posición sólo hay una cosa que uno puede ver: burbujas de energía. De la conciencia acrecentada a ese otro punto en la profundidad del lado izquierdo sólo hay un corto trecho. La verdadera hazaña es hacer que el punto de encaje se mueva de su sitio normal al punto donde no hay dudas.
Los antiguos chamanes buscaban una réplica perfecta del cuerpo y casi lograron conseguirla. Lo único que no pudieron copiar fueron los ojos. En lugar de ojos, el cuerpo de ensueño tiene el resplandor de la conciencia.
El nombre cuerpo de ensueño se le dio para indicar una sensación, un impulso de energía que es transportado por el movimiento del punto de encaje, a cualquier lugar de este mundo, o a cualquier lugar de los siete mundos accesibles para el ser humano.
El procedimiento inicial para lograr el cuerpo de ensueño, comienza con un acto inicial que, por el hecho de ser continuo, engendra intento inflexible. El intento inflexible lleva al silencio interior y el silencio interior a la fuerza interna necesaria para mover el punto de encaje en sueños a posiciones convenientes. Este orden de sucesión es llamado el cimiento. Una vez completado este cimiento viene el desarrollo del control, que consiste en mantener sistemáticamente la posición de ensueño.
Aferrándose tenazmente a la visión del sueño, la práctica constante resulta en una gran facilidad para sostener posiciones de ensueño en nuevos sueños, no tanto porque gane uno control con la práctica, sino porque cada vez que se ejercita ese control se fortalece la fuerza interna. A su vez, la fuerza interna fortificada mueve el punto de encaje a posiciones de ensueño que pueden fomentar la sobriedad; en otras palabras, los sueños se vuelven, de por sí, más maniobrables, incluso más ordenados.
El desarrollo de los ensoñadores es indirecto. Es por eso que los nuevos chamanes creyeron que podemos ensoñar por nuestra cuenta, solos. Puesto que el ensueño utiliza un movimiento natural del punto de encaje, no deberíamos necesitar ayuda de nadie.
Lo que necesitamos es sobriedad y nadie puede dárnosla, ni ayudarnos a obtenerla, salvo nosotros mismos. Sin ella, el movimiento del punto de encaje es caótico, como son caóticos nuestros sueños ordinarios.
Así que, al fin y al cabo, el procedimiento para llegar al cuerpo de ensueño es la impecabilidad en nuestra vida diaria. Una vez que se adquiere sobriedad, y una vez que las posiciones del ensueño se vuelven progresivamente más fuertes, el siguiente paso consiste en despertarse en una posición de ensueño. Aunque da la impresión de ser algo sencillo, la maniobra es en verdad un asunto de tan inmensa complejidad que requiere no sólo de sobriedad sino de todos los atributos del guerrero, especialmente de intento.
4 comentarios:
Muy interesante muchas gracias, seria muy interesante saber mas sobre el intento...
El intento es algo de lo que poco se puede decir solo se puede experimentar. Pero, una de las cosas más importantes para nosotros en relación con el intento es la alineación con los poderes cósmicos que rigen la Creación y nos permiten sublimar nuestra esencia haciéndola más apropiada para entrar en otros niveles de conciencia y por lo tanto de percepción.
Gracias por tu comentario Jefferson Gabriel Barreto Fonseca. Un saludo
Darse cuenta de estar soñando dentro del propio sueño e interactuar en él, es un estado particular de la conciencia en el que está implicado el punto de encaje con un movimiento que hace actuar al doble
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