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Tradicion Tolteca

El Camino del Guerrero Grupos de Práctica

La Tensegridad es un arte: el arte de adaptarse a la propia energía, a la energía de los demás y al entorno que nos rodea de tal manera, que este acto contribuya a la integridad de la totalidad que somos.

Ejecutar los pases mágicos de la Tensegridad individualmente y en grupo es una actividad asidua con el cuerpo, responsable de los numerosos cambios positivos que se producen en la personalidad. Estos cambios van precedidos generalmente de un entendimiento más profundo de uno mismo, tanto en función del pasado como en función del cuerpo.

La Tensegridad tiene como objetivo ayudar al individuo a recuperar las funciones fundamentales de respirar, moverse, sentir y expresarse a sí mismo; promoviendo dinámicamente la salud y su bienestar.

Cuando la Tensegridad se convierte en una parte natural de nuestra vida, quedamos sorprendidos por la gran cantidad adicional de energía que tenemos para realizar nuestras actividades de cada día.

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sábado, 12 de octubre de 2019

Complejidad del Ensoñar - Parte 2

En el ensueño se tienen que desear los movimientos, porque no se trata de un asunto de contraer los músculos para levantarse. Cuando un guerrero logra hacer una concavidad en la luminosidad significa que ha movido un punto distante de su cascarón luminoso más cerca de su cuerpo físico, y por tanto, más cercano al control. A partir del momento en que el cuerpo aprende a hacer esa concavidad, es más fácil entrar en el ensueño. Es una muestra de sentirse en reposo, seguro, adormilado, suspendido sin el sentido del tacto, y al mismo tiempo completamente despierto, consciente de todo.
Aprender a cómo moverse en el ensueño comienza con fijar la atención en el punto medio del cuerpo. Ese punto suele hallarse debajo del borde inferior del ombligo. Hay que intentar barrer el suelo con él. La intención es percibir la acción de barrer el suelo con el punto medio del cuerpo, mientras se sigue despierto. Estar en la conciencia del lado izquierdo es una ventaja suficiente para cumplir bien con el ejercicio.

Los seres humanos tenemos un excelente centro de percepción en el exterior de las pantorrillas, y si la piel de esa área es puesta en calma y masajeada, el alcance de nuestra percepción aumenta de maneras imposibles de concebir racionalmente.
Al ensoñar, la conciencia del lado derecho y la del lado izquierdo se envuelven juntas. Ambas llegan a descansar hechas un solo montón en la concavidad de la segunda atención. Para ensoñar, uno necesita manejar tanto el cuerpo luminoso como el cuerpo físico. Primero, el centro de la segunda atención en el cascarón luminoso es forzado a ser accesible: o alguien lo empuja desde afuera, o el ensoñador lo succiona desde adentro. Segundo, para dislocar la primera atención, los centros del cuerpo físico localizados en el punto medio del cuerpo y en las pantorrillas, especialmente la derecha, tienen que ser estimulados y colocados lo más cerca posible el uno del otro hasta que parezcan unirse. Esto se logra colocando al muslo derecho contra el pecho. Después tiene lugar la sensación de ser enrollado y automáticamente la segunda atención toma el control.

La sensación de ser enrollado y colocado dentro de la concavidad de la segunda atención es el resultado de haber fusionado la conciencia del lado derecho y la del lado izquierdo hasta formar una sola, en la cual el orden de preponderancia había sido cambiado y el lado izquierdo tenía la supremacía. Es preciso agudizar la atención lo suficientemente como para presenciar el movimiento opuesto, esto es, las dos atenciones nuevamente convirtiéndose en lo que normalmente son, con el lado derecho llevando las riendas.
Primero que nada un guerrero tiene que perfeccionar su control a fin de poder moverse a voluntad. Hay que seguir cierto orden, y es una inútil y estúpida maniobra el impacientarse y agitarse como si se tratara con el mundo de la vida diaria. Impacientarse era correcto sólo en la primera atención; la segunda atención es la calma misma. Para moverme en el ensueño hay que intentar moverse desde un nivel muy profundo. En otras palabras, hay que estar absolutamente convencido de querer moverse, o quizá sería más exacto decir que se tiene que estar convencido de la necesidad de moverse.

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