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Tradicion Tolteca

El Camino del Guerrero Grupos de Práctica

La Tensegridad es un arte: el arte de adaptarse a la propia energía, a la energía de los demás y al entorno que nos rodea de tal manera, que este acto contribuya a la integridad de la totalidad que somos.

Ejecutar los pases mágicos de la Tensegridad individualmente y en grupo es una actividad asidua con el cuerpo, responsable de los numerosos cambios positivos que se producen en la personalidad. Estos cambios van precedidos generalmente de un entendimiento más profundo de uno mismo, tanto en función del pasado como en función del cuerpo.

La Tensegridad tiene como objetivo ayudar al individuo a recuperar las funciones fundamentales de respirar, moverse, sentir y expresarse a sí mismo; promoviendo dinámicamente la salud y su bienestar.

Cuando la Tensegridad se convierte en una parte natural de nuestra vida, quedamos sorprendidos por la gran cantidad adicional de energía que tenemos para realizar nuestras actividades de cada día.

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lunes, 1 de octubre de 2012

La Magia de la Atencion

El nuevo paradigma de la física se acerca peligrosamente a la concepción de todas las antiguas civilizaciones y sagradas tradiciones, entre las que se encuentra la cultura Nahualt. El mundo que nos rodea, y que percibimos cotidianamente, aparece como algo estable y bien definido solo en la superficie, debido esencialmente a la limitación perceptiva de nuestros sentidos. La Realidad no está constituida por objetos, sino por Campos de Energía interconectados, que los pueblos indígenas denominan las Emanaciones del Águila, las Cuerdas de Luz que sostienen el Universo, o las Venas de lo Eterno. Estas emanaciones tienen no sólo una naturaleza auto-consciente, sino trascendente, manifestándose como puertas interdimensionales y espacios de “poder” donde todas las leyes físicas conocidas pueden ser superadas o transformadas.

Las emanaciones se condensan en “racimos”, dando origen a diferentes mundos, con diferentes seres y leyes estructurales. De las 49 Grandes Bandas (48 más el Águila), sólo dos (las que corresponden a la vida orgánica y a la estructura de los cuatro elementos básicos, y sin conciencia, de nuestra manifestación: cristales, minerales, gases y fuego) nos son inmediatamente accesibles. Pero, en realidad solo utilizamos una mínima parte de las Emanaciones de estas dos bandas disponibles, y con ella construimos el mundo. Todo lo que somos, pensamos, recordamos y hacemos en la vida, está encerrado dentro de esta ínfima parte del universo que designamos como “lo conocido”. Nuestra asignatura pendiente como seres humanos es alinear y percibir este inmenso universo que llamamos el Misterio desconocido.
Existen otras cinco grandes bandas que también son accesibles al hombre o mujer de conocimiento y que completan el mundo de lo “infinito desconocido”. El resto de las bandas de emanaciones son ajenas al ser humano y por eso son designadas como “lo que no puede llegar a conocerse” o “lo incognoscible”.

¿Y qué es lo que determina que seamos capaces de alinear o no un cierto número de Emanaciones en un momento dado? ¿De dónde deriva el poder que nos permite alcanzar, en un instante, los mundos del Nagual? ¿Podemos dirigir conscientemente ese “poder”? En los primeros pasos de la Visión del Alquimista, hay que decir que ese poder está fuera de nuestra voluntad, y que está condicionado por lo que llamamos Presencia, o Punto de Encaje. Cada vez que percibimos un mundo determinado (hay siete más que son asequibles a nuestra conciencia), la posición del punto de encaje es constante, y determina el que seamos capaces de percibir todos los componentes que caracterizan ese mundo determinado. Incluso lo que llamamos “nuestro mundo”, con sus leyes, sus costumbres, sus modas, sus diferencias, la estructura del poder, de la familia, de los sexos, de la religión, de la historia… y un interminable etc., es tan solo una de las posiciones que puede tomar el punto de encaje. Si por cualquier circunstancia (accidente, sustancias psicotrópicas, energía suficiente, enfermedad, crisis emocional, trabajo interno, terror o maravilla, muerte…) este foco de luminosidad se moviera ligeramente, contactaríamos con algunas de las emanaciones que no están en funcionamiento, alcanzando así ciertas facultades o “locura”. En el caso que, por una u otra circunstancia ya citada, el movimiento fuera más intenso y radical, enlazaríamos instantáneamente con otras de las grandes bandas de emanaciones, entrando súbitamente en mundos extraños y ajenos a nuestra percepción común, con seres y leyes totalmente desconocidas, pero tan fatalmente pragmáticas como las nuestras.

Sin esta capacidad mágica de que disponemos para seleccionar y ordenar el inconmensurable caos de las Emanaciones, no seríamos capaces de convivir socialmente, ni de transformar útilmente ningún fenómeno de la realidad. Y como los niños no tienen forma de seleccionar y organizar por sí mismos las innumerables Emanaciones disponibles, somos los adultos los que les impondremos día a día nuestra propia descripción del mundo, hasta que solo sean capaces de percibir lo mismo que nosotros hemos decidido debe ser percibido. Es por ello que el cuerpo social (y el Tonal de los tiempos) nos transmite desde el nacimiento, de manera inconsciente, la orden taxativa y rigurosa de seleccionar exactamente una parte de la actualidad de las Emanaciones disponibles, y de ordenarlas según las normas comunes.

Como seres humanos solo tenemos la libertad de encauzar nuestras energías, para lograr el movimiento voluntario del punto de encaje en plena conciencia, saltando fuera de los estrechos límites de la percepción ordinaria y completando nuestra intensa experiencia en el Tonal con el conocimiento de otros mundos increíbles que forman parte del Nagual. El primer paso es ahorrar ese auténtico chorro de energía que invertimos cotidianamente en estallidos emocionales, en pensamientos obsesivos, en criticar y condenar a los demás, en la defensa de nuestra imagen e historia personal, en los hábitos debilitantes, en la impaciencia y la prisa, en tensiones musculares… es decir, en todo eso que integra nuestra importancia personal. Con la energía disponible que vamos acumulando, con la práctica sistemática del no-hacer de la personalidad, cargamos intensamente nuestro intento, conocer los mundos del ensueño y recapitular nuestra existencia hasta quedar vacíos de ego.

Lo único que tiene verdadera importancia para el guerrero es el descenso del espíritu y el movimiento del punto de encaje que este descenso produce en su interior. Pero, paradójicamente, ninguna técnica ni conocimiento puede lograr esta manifestación del más allá. La senda que conduce al espíritu es intransmisible, y está en función de los actos más que de las creencias; de la confianza y entrega al Poder más que del convencimiento de los méritos propios o del orgullo derivado de la autodisciplina; de lo que uno se ha olvidado más que de lo que se recuerda; de la sinceridad y el desapego del énfasis ante lo desconocido, más que de la repetición de un programa o de la obediencia a un guía.

Cada persona tiene aficiones diferentes. Unos eligen la pintura, el cine, otros la música, la naturaleza, estos la fotografía, la cocina, aquellos la lectura, la televisión… Cada uno de estos apartados que pueden ser infinitos (la ecología, el alpinismo, coleccionar sellos, la huerta, escribir, bailar, los negocios, las relaciones sociales, la práctica religiosa, las artes marciales…) son semejantes a diferentes Emanaciones del Águila y, según sea elegido uno u otro, en su faceta oscura o luminosa, puede resultar ser tan distinto como un poeta, un asesino o una buena madre de familia. Ahora bien ¿qué es lo que pone orden en estos inmensos archivos universales?¿qué determina lo que te gusta, o no de los autores contemporáneos, de la pintura renacentista o del budismo?¿cómo dar sentido a tus percepciones? Este es el papel de la Atención, cuya cualidad esencial es la de otorgar orden y sentido a todo lo que percibimos. Y esta Atención no solo funciona en el mundo conocido, sino que también pone orden en lo desconocido, fijando la realidad siempre cambiante del otro mundo, para que podamos movernos coherentemente en su interior.

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