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Tradicion Tolteca

El Camino del Guerrero Grupos de Práctica

La Tensegridad es un arte: el arte de adaptarse a la propia energía, a la energía de los demás y al entorno que nos rodea de tal manera, que este acto contribuya a la integridad de la totalidad que somos.

Ejecutar los pases mágicos de la Tensegridad individualmente y en grupo es una actividad asidua con el cuerpo, responsable de los numerosos cambios positivos que se producen en la personalidad. Estos cambios van precedidos generalmente de un entendimiento más profundo de uno mismo, tanto en función del pasado como en función del cuerpo.

La Tensegridad tiene como objetivo ayudar al individuo a recuperar las funciones fundamentales de respirar, moverse, sentir y expresarse a sí mismo; promoviendo dinámicamente la salud y su bienestar.

Cuando la Tensegridad se convierte en una parte natural de nuestra vida, quedamos sorprendidos por la gran cantidad adicional de energía que tenemos para realizar nuestras actividades de cada día.

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viernes, 21 de septiembre de 2012

Los Acuerdos Culturales

Un guerrero siempre está en lucha y ha de luchar por liberar su energía, la que configura todo su ser, de las cadenas que lo aprisionan. Un guerrero vive en permanente estado de guerra, siendo el enemigo la idea del yo.

Las metas definidas y los logros emocionalmente cargados carecen de valor, pues el verdadero escenario de un guerrero es la vida cotidiana, y allí las motivaciones conscientes superficiales no aguantan presiones.

Dado que las mujeres están habituadas a ser manipuladas, acceden con facilidad y sus conformidades no son sino huecas adaptaciones a la presión. Pero de ser en verdad factible convencer a la mujer de la necesidad de cambiar de hábitos, entonces la mitad de la batalla está ganada; aun sin su conformidad su éxito es mucho más duradero que el de los hombres.

Conocer algo de manera intuitiva no tiene valor alguno. Esos destellos de percepción interna necesitan ser transformados en pensamientos coherentes. Tanto uno como otro se marchitan tan rápido como surgen, y si no son reforzados de continuo sobreviven la duda y el olvido, pues la mente ha sido condicionada para ser práctica y aceptar únicamente los verificable y lo factible.

Los chamanes son hombres de conocimiento antes que hombres de razón, y como tal están adelantados respecto de los intelectuales de occidente que asumen que la realidad (a menudo equiparada con la verdad) se conoce a través de la razón. Los chamanes sostienen que lo único que puede conocerse mediante la razón son nuestros procesos del pensamiento, pero es solo mediante el acto de comprender nuestro ser total, en su nivel más elevado e intrincado, que podremos borrar los límites con los cuales la razón define la realidad.

Un guerrero cultiva la totalidad de su ser, es decir que no necesariamente hace una distinción entre los aspectos racionales e intuitivos del hombre. Utiliza ambos para llegar al reino de la conciencia llamado el conocimiento silencioso, el cual existe más allá del lenguaje y más allá del pensamiento.

Para que uno pueda silenciar su lado racional, primero debe comprender los procesos del pensamiento en su nivel más elevando e intrincado. La filosofía, comenzando con el pensamiento clásico griego, suministra la mejor manera de iluminar este proceso. Ya sea como eruditos o como legos somos miembros y herederos de la tradición cultual de occidente, lo cual significa que, independientemente de nuestro nivel de educación y perfeccionamiento, somos prisioneros de esa tradición y su manera de interpretar la realidad.

Solo de manera superficial estamos dispuestos a aceptar que aquello que llamamos realidad es algo culturalmente determinado, y lo que necesitamos es aceptar, al nivel más profundo posible, que la cultura es el producto de un proceso largo, cooperativo, altamente selectivo y desarrollado, y por último, pero no por ello menos importante, altamente coercitivo, que culmina en un acuerdo que nos desvía y aleja de otras posibilidades.

Los chamanes procuran en forma activa desenmascarar el hecho de que la realidad es dictada y sostenida por nuestra razón: que las ideas y los pensamientos surgidos de la razón se convierten en regímenes de conocimiento que ordenan el cómo vemos y actuamos en el mundo; y que todos estamos sujetos a increíble presión para asegurar que ciertas ideologías nos resulten aceptables.

Un guerrero está interesado en percibir el mundo de manera diferente a lo culturalmente definido, y lo culturalmente definido es que nuestra experiencia personal, más un acuerdo social compartido acerca de lo que nuestros sentidos son capaces de percibir, determinan lo que percibimos. Cualquier cosa fuera de este reino perceptual, sensorialmente convenido, es automáticamente encapsulado y echado a un lado por la mente racional, y de esta manera nunca se daña el débil manto de las presunciones humanas.

La percepción ocurre en un lugar fuera del reino señorial; porque existe algo más vasto que lo que nuestros sentidos pueden captar. La percepción tiene lugar en un punto fuera del cuerpo, fuera de los sentidos, pero no es suficiente creer meramente en esta premisa. No es apenas cuestión de leer acerca de ello, o escucharlo de boca de terceros. Para transformarlo en algo corpóreo uno debe haberlo experimentado.

Un guerrero lucha activamente durante toda su vida para quebrar ese débil manto de las presunciones humanas. Sin embargo, no se interna ciegamente en la oscuridad. Está preparado; sabe que cuando se arroja a lo desconocido necesita disponer de un bagaje racional bien desarrollado. Solo entonces puede explicar y darle sentido a lo que traiga de vuelta de sus viajes a lo ignoto.

El chamanismo no se debe entender a través de la lectura de filósofos, sino comprender que tanto la filosofía como el chamanismo son formas altamente elaboradas del conocimiento abstracto. Tanto para los chamanes como para los filósofos la verdad de nuestro ser-en-el-mundo no permanece impensada. No obstante, los chamanes van un paso más allá; actúan a base de sus hallazgos que ya están, por definición, fuera de nuestras posibilidades culturalmente aceptadas.

Los filósofos son chamanes intelectuales. Pese a ello sus búsquedas y ensayos quedan siempre en empeños mentales. Los filósofos solo pueden actuar en el mundo que tan bien entienden y explican de la manera cultural ya convenida. Se suman a un ya existente cuerpo de conocimiento. Interpretan y reinterpretan textos filosóficos. Nuevos pensamientos e ideas resultantes de este intenso estudio no lo cambian excepto, tal vez, en un sentido psicológico. Pueden llegar a convertirse en personas muy buenas y comprensivas, o tal vez en lo opuesto. Sin embargo, nada de lo que hagan filosóficamente cambiara su percepción sensorial del mundo pues los filósofos trabajan desde dentro del orden social, al cual apoyan aun cuando intelectualmente pueden no estar de acuerdo con él. Los filósofos son chamanes frustrados.

Los chamanes también construyen sobre un ya existente conjunto de conocimientos. Sin embargo, no lo hacen aceptando lo ya probado y establecido por otros chamanes. Deben probarse de nuevo a sí mismos que aquello que se da por aceptado en verdad existe, y se somete a la percepción. Para llevar a buen término esta tarea monumental necesitan una extraordinaria capacidad de energía, la cual obtienen apartándose del orden social sin retirarse del mundo. Los chamanes rompen el convenio que ha definido la realidad sin destruirse en el proceso de hacerlo.

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