Algunas imágenes de este Blog, han sido sacadas de Internet.
Si alguien tiene derechos y quiere que no salgan en este espacio,
nos lo hacen saber y serán retiradas inmediatamente.

Tradicion Tolteca

El Camino del Guerrero Grupos de Práctica

La Tensegridad es un arte: el arte de adaptarse a la propia energía, a la energía de los demás y al entorno que nos rodea de tal manera, que este acto contribuya a la integridad de la totalidad que somos.

Ejecutar los pases mágicos de la Tensegridad individualmente y en grupo es una actividad asidua con el cuerpo, responsable de los numerosos cambios positivos que se producen en la personalidad. Estos cambios van precedidos generalmente de un entendimiento más profundo de uno mismo, tanto en función del pasado como en función del cuerpo.

La Tensegridad tiene como objetivo ayudar al individuo a recuperar las funciones fundamentales de respirar, moverse, sentir y expresarse a sí mismo; promoviendo dinámicamente la salud y su bienestar.

Cuando la Tensegridad se convierte en una parte natural de nuestra vida, quedamos sorprendidos por la gran cantidad adicional de energía que tenemos para realizar nuestras actividades de cada día.

¡Ponte en Contacto hoy mismo para Informarte sin compromiso!


CENTRO FÉNIX DE NATUROPATÍA

México - Tels. 229 115 66 26 - 229 913 80 88

España - Tels. 680 53 75 56 - 965 78 63 38


domingo, 20 de septiembre de 2009

Las Alas de la Percepcion

"Abrir las alas de la percepción" es como si te hubieses partido. Es girar y luego tener la sensación totalmente consciente de dar vueltas o flotar durante un momento y luego caer por los aires, desplomarse hacia el suelo a una velocidad tremenda.
Sientes que tu ropa se desgarra, que la carne se desprende y finalmente sólo queda la cabeza.
Tienes claramente la sensación de que, al desmembrarse el cuerpo, pierdes el peso superfluo, y así la caída pierde impulso y la velocidad amaina, el descenso ya no es un vértigo, empiezas a oscilar en el aire como una hoja. Luego la cabeza es despojada de su peso y todo cuanto queda de ti es un centímetro cúbico, una pepita, un diminuto residuo como un guijarro.
Todo el sentir se concentra allí; luego la pepita parece reventar y eres un millar de trozos. Sabes, o algo en alguna parte sabe, que tienes conciencia de los mil trozos a la vez. Tú eres la conciencia misma.
Luego, alguna parte de esa conciencia empieza a agitarse; se alza, crece. Adquiere localización, y poco a poco recobras el sentido de los límites, el entendimiento o lo que sea, y de pronto el yo que conoces y te es familiar brota a una espectacular visión de todas las combinaciones imaginables de escenas hermosas; es como si miras miles de imágenes del mundo, de la gente, de las cosas.
Después, las escenas se emborronan. Tienes la sensación de que pasan frente a tus ojos a velocidad creciente, hasta que ya no te es posible examinar ninguna por separado.
Finalmente, es como si presenciaras la organización del mundo rodando frente a tus ojos en una cadena continua sin fin.
Esto es atestiguar lo desconocido, sobre lo que nadie puede hablar.

Debes lanzarte allí una vez más y desplegar las alas de tu percepción y tocar el tonal y el nagual al mismo tiempo, sin la conciencia de oscilar entre uno y otro.
Nuevamente experimentas las sensaciones de ser arrojado, girar, y caer a tremenda velocidad.
Luego estallas. Te desintegras. Algo cede en ti; suelta algo que has retenido durante toda tu vida.
Te das cuenta entonces de que tu reserva secreta ha sido perforada y se vierte sin restricciones. Ya no hay la dulce unidad que llamamos yo. No hay nada y sin embargo esa nada está llena. No es luz ni oscuridad, calor ni frío, agradable ni desagradable.
No te mueves ni flotas ni estás estacionario; tampoco eres una unidad, un tu mismo, como estás acostumbrado a serlo.
Eres una miríada de ti mismo y todos son yo, una colonia de unidades independientes que tienen una alianza especial entre sí e inevitablemente se unen para integrar una sola conciencia, tu conciencia humana.
No es que sepas sin duda alguna, porque no hay nada con lo que has podido saber, pero todos tus yo mismos saben que el yo de tu mundo familiar es una colonia, un conglomerado de sentimientos separados e independientes que poseen una inflexible solidaridad mutua.
La solidaridad inflexible de tus incontables conciencias, la alianza mutua de esas partes, es tu fuerza vital.
Una manera de describir esa sensación unificada sería decir que las pepitas de la conciencia se hallan dispersas; cada una posee conciencia de sí y ninguna predomina más que otra. Entonces algo las agita, y se reúnen para emerger en una zona donde todas tienen que juntarse en un bloque, el yo que conoces.
Luego, tú, como tu mismo, presencias una escena coherente de actividad mundana, o una escena referente a otros mundos y que parece pura imaginación, o una escena que pertenece al pensamiento puro; es decir, visiones de sistemas intelectuales, o de ideas concatenadas como verbalizaciones. En algunas escenas, hablas contigo hasta saciarte.
Después de cada una de esas visiones coherentes, el yo se desintegra y vuelve a no ser nada.
Lo impronunciable es en verdad impronunciable.
Ninguna descripción es apropiada para expresar tu sentir en ese momento. No eres sólido. Tienen que asirte y mantenerte a la fuerza sobre el suelo; de otro modo flotas en el aire hasta desaparecer.
No tienes miedo de desvanecerte. Añoras lo desconocido donde tu conciencia no está unificada.
Hay que llevarte despacio y hacer presión sobre los hombros; hacerte acostar y cubrirte con tierra que previamente ha sido preparada. Hay que cubrirte hasta el cuello. Con hojas hay que hacer una especie de almohada para la cabeza y no te puedes ni mover ni quedarte dormido. Después el maestro ha de sentarse allí para hacerte compañía hasta que la tierra ha vuelto ha consolidar tu forma.
Te sientes muy cómodo y tienes un deseo casi invencible de dormir, pero no se te puede permitir. Debes hablar de cualquier cosa bajo el sol, excepto de lo que acabas de experimentar.

No hay modo de llegar a la explicación de los guerreros a menos que uno haya usado voluntariamente el nagual, o mejor dicho, a menos que uno haya usado voluntariamente el tonal para dar sentido a las propias acciones que uno ejecuta en el nagual. Otra manera de aclarar todo esto es decir que la visión del tonal debe prevalecer si uno quiere usar el nagual como lo usan los guerreros.

El orden de nuestra percepción es el dominio exclusivo del tonal; sólo allí pueden nuestras acciones tener continuidad; son como escaleras en las que uno puede contar los peldaños.
No hay nada por el estilo en el nagual. Por ello, la visión del tonal es una herramienta, y como tal no es sólo la mejor herramienta, sino la única que tenemos.

El nagual es lo impronunciable. Todos los sentimientos y todos los seres, y todos los uno mismos que son posibles flotan en él para siempre, como barcas apacibles y constantes.
Entonces la goma de la vida pega a algunos de ellos. Cuando la goma de la vida pega a esos sentimientos se crea un ser, un ser que pierde el sentido de su verdadera naturaleza y se ciega con el brillo y el clamor del área donde están los seres: el tonal.
El tonal es donde existe toda la organización unificada. Un ser entra en el tonal una vez que la fuerza de la vida ha unido los sentimientos que se necesiten.
El tonal empieza al nacer y termina al morir; apenas la fuerza de la vida deja el cuerpo, todos esos pedazos aislados o que forman el racimo se desintegran y regresan al sitio de donde vinieron: el nagual.

Lo que un guerrero hace al viajar a lo desconocido se parece mucho a la muerte, excepto que su racimo de sentimientos aislados no se desintegra, sino que se expande un poco sin perder la unión. En la muerte, sin embargo, todos se hunden en lo profundo y se mueven por su propia cuenta, como si nunca hubieran sido una unidad.

No hay manera de referirse a lo desconocido, uno sólo puede presenciarlo. Cada uno de nosotros tiene un centro desde el cual podemos presenciar el nagual: la voluntad. Así, un guerrero puede aventurarse en el nagual y dejar que su racimo se organice y se reorganice en todas las formas posibles.
La expresión del nagual es un asunto personal. Eso quiere decir que depende del guerrero mismo dirigir la organización y reorganización de este racimo.
La forma humana o el sentimiento humano es el arreglo original; capaz, para nosotros, la más dulce de todas las formas; sin embargo, hay un número infinito de formas alternas que el racimo puede adoptar.
Un guerrero puede adoptar la forma que quiera. Esto es cierto. Un guerrero que esté en posesión de la totalidad de sí mismo puede dirigir las partes de su racimo para que se unan en cualquier forma concebible.
La fuerza de la vida es la que hace posible este barajeo, pero una vez que la fuerza de la vida se agota, no hay modo de reintegrar el racimo.
Ese racimo es la burbuja de la percepción y está sellado, cerrado fuertemente y jamás se abre hasta el momento en que morimos. Sin embargo, puede hacérsela abrir.
Los guerreros han aprendido el secreto, y aunque no todos llegan a la totalidad de sí mismos, conocen la posibilidad de llegar a eso.
La burbuja sólo se abre cuando uno se sumerge en el nagual.

El secreto del doble radica en la burbuja de la percepción. El racimo de sentimientos puede agruparse al instante en cualquier parte. En otras palabras podemos percibir el aquí y el allí.
La razón no puede luchar contra el conocimiento físico de que somos un racimo de sentimientos sin nombre. La razón tal vez admita que hay otro punto de ensamble, la voluntad, a través de la cual es posible juzgar, calcular y utilizar los extraordinarios efectos del nagual. Por fin la razón se ha enterado de que podemos reflejar al nagual a través de la voluntad, aunque nunca podamos explicarlo.

La convicción de que hay un yo real es el resultado del hecho de haber reunido todo cuanto tenemos en torno a la razón. En ese momento la razón admite que el nagual es lo indescriptible, no porque la evidencia lo convenza, sino porque es más seguro admitir eso. La razón está en terreno seguro, todos los elementos del tonal están de su lado.
Hacer que la razón se sienta segura es siempre la tarea del maestro. El maestro debe jugarle un truco a la razón del aprendiz y hacerla creer que el tonal es explicable y previsible. La prueba de que el truco tiene éxito viene del momento en que al aprendiz le parece que, pese a todo cuanto haya atravesado, hay todavía un núcleo que puede reclamar como propio, la razón.
Esto es un espejismo. La preciosa razón no es más que un punto de ensamble, un espejo que refleja lo que está fuera de ella.
No sólo es indescriptible el nagual sino que también es indescriptible el tonal.

La razón no hace sino reflejar un orden externo, y la razón no sabe nada de ese orden; no puede explicarlo, como tampoco puede explicar el nagual.

La razón sólo puede atestiguar los efectos del tonal, pero jamás podrá comprenderlo o deshilvanarlo.

El hecho mismo de que pensemos y hablemos indica que hay un orden que seguimos sin ni siquiera saber cómo lo hacemos, o qué es ese orden.

Los guerreros pueden atestiguar por medio de la voluntad los efectos del nagual.

Por medio de la razón, sin importar lo que hagamos con ella o como lo hagamos, estamos simplemente atestiguando los efectos del tonal. En ambos casos no hay esperanza, nunca, de entender o de explicar qué es lo que estamos atestiguando.

Un guerrero puede volar con las alas de su percepción para tocar otras sensibilidades: la de un cuervo, por ejemplo, la de un coyote, un grillo o el orden de otros mundos en este espacio infinito.

Las alas de la percepción pueden llevarnos a los más recónditos confines del nagual o a los mundos inconcebibles del tonal.

La última parte es mostrar los dos últimos puntos que integran la totalidad del hombre: el nagual y el tonal.
Esos dos puntos están fuera de uno mismo y a la vez no lo están. Esa es la paradoja de los seres luminosos. El tonal de cada uno de nosotros es sólo un reflejo de ese indescriptible desconocido lleno de orden: el gran tonal. El nagual de cada uno de nosotros es sólo un reflejo de ese indescriptible vacío que lo contiene todo: el gran nagual.

Ahora no tenemos nada más y nada menos que la fuerza de la vida que une ese racimo de sentimientos que somos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

es una berdadera pena creer que con nuestra mente podemos entender lo de la percepcion ¿no esta en el movimiento del punto de encaje? y de ahi nos arrancamos con la energia que es esencial asta para ir al baño y las faltas de ortografia son falta de diciplina

Centro Fénix dijo...

Efectivamente la percepción tiene que ver con el punto de encaje. La energía nada tiene que ver con el punto de encaje, aunque si usamos energía para mantener el punto de encaje en un sitio determinado o moverlo, sea este movimiento a voluntad o no.

Saludos y gracias por tu comentario

Unknown dijo...

es interesante , es como una explicacion cientifica de por que cambian nuestras percepciones y todo lo que somos depende del movimiento del punto de encaje .....toda identidad es falsa , no somos nada estable , por eso vivimos en un mundo tan feo en el sentido social, el mundo es maravilloso, pero estamos obligados a ver las cosas como nos dicen.