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Tradicion Tolteca

El Camino del Guerrero Grupos de Práctica

La Tensegridad es un arte: el arte de adaptarse a la propia energía, a la energía de los demás y al entorno que nos rodea de tal manera, que este acto contribuya a la integridad de la totalidad que somos.

Ejecutar los pases mágicos de la Tensegridad individualmente y en grupo es una actividad asidua con el cuerpo, responsable de los numerosos cambios positivos que se producen en la personalidad. Estos cambios van precedidos generalmente de un entendimiento más profundo de uno mismo, tanto en función del pasado como en función del cuerpo.

La Tensegridad tiene como objetivo ayudar al individuo a recuperar las funciones fundamentales de respirar, moverse, sentir y expresarse a sí mismo; promoviendo dinámicamente la salud y su bienestar.

Cuando la Tensegridad se convierte en una parte natural de nuestra vida, quedamos sorprendidos por la gran cantidad adicional de energía que tenemos para realizar nuestras actividades de cada día.

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jueves, 23 de agosto de 2018

La Necesidad de Anular la Dualidad

Un guerrero que cuenta con su humildad sabe que su destino es el mismo que el de cualquier otro ser vivo de la tierra. Así que, en lugar de ilusionarse con falsas esperanzas, trabaja concreta y duramente para salir de su condición humana y acogerse a la única salida que tenemos: la ruptura de nuestra barrera perceptual.


Previa al nacimiento, la dualidad impuesta al hombre no existe, pero a partir del nacimiento las dos partes son separadas. Una parte se vuelve hacia el exterior y se convierte en el cuerpo físico; la otra, hacia el interior y se convierte en el doble. Al morir la parte más pesada, el cuerpo, regresa a la Tierra para ser absorbida por ella, y la parte ligera, el doble, se libera. Pero desafortunadamente, puesto que el doble no fue perfeccionado nunca, experimenta la libertad por sólo un instante antes de dispersarse en el universo.

Si morimos sin haber borrado nuestro falso dualismo del cuerpo y la mente, morimos una muerte ordinaria. Morimos porque la posibilidad de ser transformados no forma parte de nuestros conceptos. Esta transformación tiene que lograrse mientras estemos vivos y, llevar a cabo nuestra tarea con éxito, es el único propósito verdadero que un ser humano puede tener. Todos los demás son logros transitorios, puesto que la muerte los disuelve en la nada.

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viernes, 12 de enero de 2018

Pórtico del Infinito

El punto de enfoque de la muerte es prodigioso, restituye los verdaderos valores de la vida.

El "no-hacer" es una actividad especialmente diseñada para desterrar de nuestras vidas todo vestigio de cotidianidad. El "no-hacer" introduce a un guerrero en un ámbito de maravilla y desconcierto muy refrescante para la energía, a cuyo efecto sobre la conciencia se le llama "parar el mundo".
El "no-hacer" no se puede razonar. Cualquier esfuerzo encaminado a comprenderlo, en realidad es una interpretación de la enseñanza que cae automáticamente en el campo del hacer.

La premisa de un guerrero para tratar con este tipo de prácticas es el silencio mental, y la calidad de silencio requerida para algo tan descomunal como parar el mundo, sólo puede venir de un contacto directo con la gran verdad de nuestra existencia, la de que todos vamos a morir.
Conocerse a sí mismo, ser conscientes de la muerte personal. Ella no es negociable, es lo único que de veras se tiene. Todo lo demás podrá fallar, pero la muerte no, a ella puede darse por segura. Podemos aprender a usarla para producir efectos verdaderos en la vida.

Un guerrero que cuenta con su humildad sabe que su destino es el mismo que el de cualquier otro ser vivo de la tierra. Así que, en lugar de ilusionarse con falsas esperanzas, trabaja concreta y duramente para salir de su condición humana y acogerse a la única salida que tenemos: la ruptura de nuestra barrera perceptual.
Al mismo tiempo que escucha el consejo de la muerte, un guerrero se hace responsables de su vida, de la totalidad de sus acciones. Se observa, se reconoce y vive intensamente. La intensidad es lo único que puede salvarnos del aburrimiento.
Una vez alineados con la muerte se está en condiciones de dar el siguiente paso, reducir al mínimo el equipaje. Este es un mundo-prisión y hay que salir como fugitivos, sin llevar nada. Los seres humanos somos viajeros por naturaleza. Volar y conocer otros horizontes es nuestro destino.

El poder que nos rige nos ha dado a elegir. O pasamos la vida merodeando en torno a nuestros hábitos, o nos animamos a conocer otros mundos. Sólo la conciencia de la muerte puede darnos el empujón necesario.
La persona común pasa su existencia entera sin detenerse a reflexionar, porque piensa que la muerte está al final de la vida; al fin y al cabo, ¡siempre tendremos tiempo para ella! Pero un guerrero ha descubierto que eso no es cierto. La muerte vive a un costado, a un brazo de distancia, permanentemente alerta, mirándonos, dispuesta a saltar a la menor provocación. El guerrero convierte su miedo animal a la extinción en una oportunidad de gozo, pues sabe que todo lo que tiene es este momento. Piensen como guerreros, ¡todos vamos a morir!.

Los humanos tenemos una visión egocéntrica y extremadamente simplista del universo. Jamás nos detenemos a considerar nuestro destino como seres transitorios. Sin embargo, la obsesión por el futuro nos delata.
No importa la sinceridad o el cinismo de nuestras convicciones, en el fondo, todos sabemos qué es lo que va a pasar. Por eso dejamos señales. Construimos pirámides, rascacielos, hacemos hijos, escribimos libros o, por lo menos, dibujamos nuestras iniciales en la corteza de un árbol. Detrás de ese impulso subconsciente está el temor ancestral, la convicción callada de la muerte.

A diferencia del hombre común, un guerrero está ávido de cualquier situación que le lleve más allá de la interpretación social. ¿Qué mejor oportunidad que su propia extinción?
Gracias a sus frecuentes incursiones por lo desconocido, él sabe que la muerte no es natural, es mágica. Las cosas naturales están sujetas a leyes, la muerte no. Morir es siempre un suceso personal, y por esa sola causa, es un acto de poder.
La muerte es el pórtico del infinito. Una puerta hecha a la medida de cada uno de nosotros, que cruzaremos un día de vuelta al origen. Nuestra falta de comprensión nos mueve a verla como el reductor común. Pero no, no hay nada de común en ella; todo a su paso se torna extraordinario. Su sola presencia da poder a la vida, concentra los sentidos.

Nuestra existencia está hecha de hábitos. Al nacer, ya estamos programados como especie, y nuestros padres se encargan de estrechar aun más ese programa al conducirnos hacia lo que la sociedad espera de nosotros. Pero nadie puede morir como rutina, porque la muerte es mágica. Ella te hace saber que es tu inseparable consejera y te dice: "Sé impecable; la única opción es ser impecable."

Un guerrero no es negativo, no busca el fin. Pero él saben que lo que le da valor a la vida es tener un objetivo por el cual morir. El futuro es imprevisible e inevitable. Algún día ya no vas a estar aquí, así que ya te fuiste.
Tanto para el guerrero como para el hombre común la urgencia de vivir es la misma, porque ninguno de los dos sabe cuándo se acabarán sus pasos.
¡La muerte no es un juego! Si no fuera por ella no habría fuerza alguna en lo que hace un guerrero. Ella te involucra personalmente, quieras o no. Tú puedes ser tan cínico como para descartar otros tópicos de la enseñanza, pero no puedes burlarte de tu final, porque está más allá de tu decisión y es implacable.
Todos estamos ahí, esperando en el andén de la eternidad, pero no todos lo sabemos. La conciencia de la muerte es un arte mayor.

Cuando un guerrero pone en jaque a sus rutinas, cuando ya no le importa estar acompañado o estar solo, porque ha escuchado el susurro silencioso del espíritu, entonces se puede decir que, verdaderamente, ha muerto. A partir de ahí, aun las cosas más simples de la vida se vuelven para él extraordinarias. Por eso un guerrero aprende a vivir de nuevo. Saborea cada momento como si fuera el último. No se consume en disgustos ni derrocha su energía. No espera a ponerse viejo para reflexionar sobre los misterios del mundo. Se adelanta, explora, conoce y se maravilla.

Si quieres hacer espacio a lo desconocido, dale entrada a tu extinción personal. Acepta tu destino como el hecho inevitable que es. Purifica ese sentimiento, haciéndote responsable por el increíble suceso de estar vivo. No le supliques a la muerte, ella no es condescendiente con quienes claudican. Invócala, consciente de que viniste a este mundo para conocerla. Desafíala, aun sabiendo que, hagas cuanto hagas, no tienes la menor posibilidad de vencerla.

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lunes, 8 de enero de 2018

El Control de la Instalación Foránea

La condición de un guerrero es librarse de la persona que cree ser, de no identificarse con ella. Un guerrero sólo puede estar en el estado de conciencia de sí, y cada paso en el camino en esa dirección significa esfuerzo. Nada puede ocurrir por sí mismo. Si cambiamos nuestro ser, las cosas serán diferentes, pero en este estado nada puede ser diferente.

La instalación foránea realmente no se adapta. Adaptarse en el sentido corriente significa, más o menos, una acción controlada. La instalación foránea reacciona de modo diferente, según lo que es, pero no puede adaptarse. Y necesariamente no torna más cómodas las cosas, no se puede confiar en ella. Se debe entender que no se puede tener el mínimo control de la instalación foránea. Cuando empezamos a verla, comprendemos que lo controla todo y que nada puede controlarla. Un guerrero debe separar en él lo que puede controlar y lo que no puede controlar. Lo que no puede controlar pertenece a la instalación foránea, y lo que puede controlar pertenece a su ser real.

Primero, se deben conocer todos sus rasgos, y luego debe pensar correctamente, antes de intentar destronar a la instalación foránea. Cuando se piensa correctamente, hallarás modos de tratarla. No debes justificarla; ella vive de la justificación, e incluso de la glorificación, de todos sus rasgos. En cada momento de nuestra vida, incluso en los momentos tranquilos, estamos siempre justificándola, considerándola legítima y encontrándole todas las excusas posibles; eso es pensamiento equivocado.

Al empezar a acechar la instalación foránea, empezamos a ver cada vez más las rutinas. Paralelamente con la comprensión de nuestras rutinas, hacemos el intento de cómo salir de ellas por medio de la creación de algo que no sea automático. ¿Cómo podemos hacerlo? Primero, debemos pensar sobre lo que queremos, separar lo importante de lo no importante. Acecharse a uno mismo, el deseo de conocer las propias debilidades y seguir las premisas del camino, la lucha por ser conscientes, no son actos mecánicos; de eso podemos estar seguros. Y si miramos desde este punto de vista, veremos en nosotros muchas cosas imaginarias. Estas cosas imaginarias pertenecen a la instalación foránea: las emociones imaginarias, los intereses imaginarios, las ideas imaginarias sobre nosotros mismos. Debemos comprender cuánto estamos en poder de la instalación foránea y de cosas inventadas por ella, que no tienen existencia real. Hay que aprender a separar en nosotros aquello de lo que realmente depende nuestra vida, de aquello de lo que no depende. Eso puede servir como comienzo. Conocernos mejor nos ayudará a despertar.

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viernes, 5 de enero de 2018

Movimiento y Atención

En el hombre, como en el universo, todo está en movimiento. Nada permanece estático. Nada dura por siempre o termina completamente. Todo lo que vive, evoluciona o declina en un incesante movimiento energético. Las leyes subyacentes de este proceso universal eran conocidas por las ciencias de la antigüedad, las cuales asignaban al hombre su lugar apropiado en el orden cósmico.


Todas las manifestaciones de la vida del hombre son expresadas en formas de movimientos y actitudes, o sea posturas. Desde la más habitual hasta las de un nivel superior, cada posible manifestación tiene su propio movimiento y su propia actitud. Un pensamiento tiene un movimiento y una forma que es propia de él. Un sentimiento tiene un movimiento y una forma que es propia de él. Para una acción sucede lo mismo. Nuestra educación entera consiste precisamente en aprender un completo repertorio de actitudes de pensamiento y sentimiento, y actitudes de movimiento. Este repertorio constituye nuestro automatismo, y aquí se oculta un lenguaje que no entendemos.

Nosotros creemos que somos conscientes y que nuestros movimientos son libres. No vemos que cada movimiento es una respuesta al choque de una impresión.

El movimiento consciente tienen un doble objetivo, ya que requieren de una cualidad de atención diferente, mantenida en varias partes al mismo tiempo, ellas nos ayudan a salir del estrecho círculo de nuestro automatismo. Y a través de una estricta sucesión de nuevas actitudes, nos conducen a una nueva posibilidad de pensamiento, sentimiento y acción. Si pudiéramos percibir su significado y hablar su lenguaje, este tipo de movimientos nos revelarían otro nivel de entendimiento.

En esta disciplina, la consciencia del movimiento requiere total atención. La cualidad de esta atención nos llama a experimentar el estado de plena conciencia. A través del movimiento consciente, cuando todas las energías en nuestro interior están relacionadas, se produce una nueva energía. Podemos sentirla. Tiene otra cualidad, otra fuerza, y la conciencia que ordinariamente no tenemos, se trata de un nivel más elevado, la conciencia del verdadero Ser.

En los movimientos, lo más importante no son las posiciones sino el impulso, la energía que fluye de una posición a otra. Y nadie puede enseñar eso. Cada quien tiene que descubrirlo dentro de sí mismo.

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jueves, 16 de noviembre de 2017

La Cualidad del Guerrero

Ser guerrero es una cualidad de la mente. Un guerrero es alguien que lo arriesga todo. Un guerrero no va detrás del beneficio; un guerrero va buscando alcanzar una experiencia trascendente.

La cualidad del guerrero es la acción que llega sin pensar, la acción es sin mente; la acción es total. Cuando un guerrero se enfrenta ante un peligro inminente, no hay tiempo para el pensamiento. Cuando la posibilidad de morir le acecha, a un guerrero, no puede permitirse dejar funcionar a la mente, ya que los pensamientos necesitan tiempo y en las emergencias, un guerrero, no puede dejar funcionar a la mente. Se puede pensar cuando se está sentado en una silla, pero cuando estás frente a un enemigo solo puedes actuar.

Para un guerrero toda la vida es una situación de emergencia y en cualquier momento puede atacarle el principal de sus enemigos, así como encontrarse con feroces circunstancias que no dejan de acecharle. Toda la vida es una guerra. Si estás alerta verás que toda la vida es una guerra, y que en cualquier momento puedes morir; por eso la situación de emergencia es permanente. Estate alerta, sé como un guerrero moviéndose entre el enemigo. En cualquier momento, en cualquier lugar, puede saltar sobre ti la muerte; no dejes entrar a la mente. Y sé un guerrero; este salto sólo pueden darlo los guerreros impecables. El salto es tan grande que aquellos que están pensando en beneficios no pueden darlo. Es un gran riesgo; podrías perderlo todo y podrías no ganar nada.

Un hombre ordinario tiene una mente calculadora. Todo niño es un guerrero y cómo pierden la cualidad todos los guerreros es una larga historia: toda la sociedad, la educación, la cultura, el condicionamiento, te vuelve más miedoso, más asustado. No puedes correr riesgos, y todo lo que es hermoso es arriesgado.
El amor es un riesgo. La vida es un riesgo. La libertad es el riesgo supremo, y no la alcanzarás por medio de las matemáticas, sino tomando el mayor riesgo, arriesgando todo lo que tienes. Y tú no conoces lo desconocido: arriesgas lo conocido y no conoces lo desconocido.

Un hombre ordinario te dirá: ¿Qué estás haciendo, perdiendo todo lo que tienes por aquello que nadie sabe si existe o no? Un guerrero dice: Lo conocido ya ha sido conocido, deja de tener interés; se ha convertido en una carga y es inútil transportarla. Lo desconocido debe ser conocido ahora, y debo de arriesgar lo conocido por lo desconocido.

Y si puedes arriesgar, arriesgando totalmente, sin guardarte nada, sin hacerte trampas, sin ocultar nada; de repente lo desconocido te envuelve. Y cuando llega, te das cuenta de que no es solo lo desconocido, también es lo incognoscible. No está en contra de lo conocido, está más allá de lo conocido. Para adentrarse en esa oscuridad, para adentrarse en ese lugar inexplorado sin mapas, sin senderos, para adentrarse sólo en ese absoluto, hace falta tener la cualidad del guerrero.

A muchos de vosotros todavía os queda algo de esto porque una vez fuisteis niños; erais todos guerreros, soñabais con lo desconocido. Esa esencia está oculta pero no puede ser destruida; está ahí, todavía tiene un rincón propio en vuestro ser. Sacadla a la luz del día y seréis de nuevo guerreros.

Y no te deprimas por tener una mente calculadora. No te deprimas; puedes volver a ser un guerrero en cualquier lugar, en cualquier momento. Tomar riesgos es una cualidad de la mente, confiar es ir más allá de lo que es seguro.
El más grande de los guerreros no tiene que luchar contra otros. La lucha es con algo dentro de sí mismo. Y para conseguir la victoria, uno tiene que estar muy alerta, como un guerrero.

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lunes, 9 de octubre de 2017

Libertad de Ser

El hombre puede ser libre sin hallarse solo; crítico, sin henchirse de dudas, independiente, sin dejar de formar parte integrante de la humanidad. El hombre puede alcanzar esta libertad siendo lo que realmente es, y se alcanza no solamente con el pensamiento, sino con la totalidad del hombre, con la expresión activa de su energía emocional e intelectual. Éstas se hallan presentes en todos, pero se actualizan sólo en la medida en que lleguen a expresarse.
La libertad consiste en la realización espontánea de los actos de un guerrero con la totalidad de su ser.

La espontaneidad es la actividad del ser auténtico e implica el ejercicio de la propia y libre voluntad. Al hablar de actividad aquí se refiere al carácter creador que puede hallarse tanto en las experiencias emocionales, intelectuales y sensibles, como en el ejercicio de la propia voluntad. Una de las premisas de esta espontaneidad reside en la aceptación de la personalidad total y en la eliminación de la distancia entre naturaleza y razón; porque la actividad espontánea tan sólo es posible si el hombre no reprime partes esenciales de su ser... llega a ser transparente para sí mismo y si las distintas esferas de la vida han alcanzado una integración fundamental.

Los actos espontáneos son el único camino por el cual el hombre puede superar el terror de la soledad sin sacrificar la integridad de su ser; puesto que en la espontánea realización de su esencia es donde el individuo vuelve a unirse con el hombre, con la naturaleza, consigo mismo. Solamente aquellas cualidades que surgen de nuestra acciones espontáneas dan fuerza a nuestro verdadero ser y constituyen, por lo tanto, la base de su fortaleza. La incapacidad para obrar con espontaneidad, para expresar lo que verdaderamente uno siente y piensa, y la necesidad consecuente de mostrar a los otros y a uno mismo una “máscara”, constituyen la raíz de los sentimientos de inferioridad y debilidad. Seamos o no conscientes de ello, no hay nada que nos avergüence más que el no ser nosotros mismos.

Lo importante aquí es el acto como tal, el proceso y no sus resultados. En nuestra cultura es justamente lo contrario lo que se acentúa más. Producimos no ya para satisfacción propia, sino con el propósito abstracto de vender nuestra mercadería; creemos que podemos lograr cualquier cosa, material o inmaterial, comprándola; y de este modo los objetos llegan a pertenecemos independientemente de todo esfuerzo creador propio. Del mismo modo, consideramos nuestras cualidades personales y el resultado de nuestros esfuerzos como mercancías que pueden ser vendidas a cambio de dinero, prestigio y poder. De este modo, se concede importancia al valor del producto terminado en lugar de atribuírsela a la satisfacción inherente de la actividad creadora. Por ello el hombre malogra el único goce capaz de darle la felicidad verdadera —la experiencia de la actividad del momento presente— y persigue en cambio un fantasma que lo dejará defraudado apenas crea haberlo alcanzado: la felicidad ilusoria que llamamos éxito.

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domingo, 8 de octubre de 2017

Aprender es Disciplina

Disciplina es una hermosa palabra, pero ha sido mal empleada en el pasado, como todas las demás palabras hermosas. La palabra disciplina viene de la misma raíz que la palabra discípulo; el significado etimológico de la palabra es proceso de aprendizaje. El que está dispuesto a aprender es un discípulo y el proceso de estar dispuesto a aprender es disciplina.
La persona que no está nunca dispuesta a aprender porque piensa que ya sabe; está muy centrada en su así llamado conocimiento. Su conocimiento no es otra cosa que alimento para su importancia personal. No puede ser un discípulo, no puede tener una auténtica disciplina.

El principio de la disciplina es como dijo Sócrates, "solo sé que no sé nada". Cuando no sabes nada, por supuesto, surge un gran anhelo por aprender, por buscar, explorar, por investigar. Y en el momento en el que empiezas a aprender, inevitablemente, le sigue otro factor: tienes que renunciar continuamente a todo lo que has aprendido; de lo contrario, se convierte en conocimiento y el conocimiento te impedirá seguir aprendiendo.
Un hombre verdaderamente disciplinado nunca acumula; muere momento a momento a todo aquello que ha llegado a conocer y se vuelve otra vez ignorante. La ignorancia es realmente luminosa. Una de las experiencias más hermosas de esta existencia es vivir en un estado luminoso de no saber. Cuando estás en un estado de no saber estás abierto. No hay barreras, estás dispuesto a explorar.

La disciplina ha sido malinterpretada. La gente ha estado diciendo a los demás que disciplinen su vida, que hagan esto y que no hagan aquello. Al hombre le han sido impuestos miles de deberías y no deberías, y cuando un hombre vive con miles de deberías y no deberías no puede ser creativo. Es un prisionero; por todos lados se tropezará con un muro.
La persona creativa tiene que disolver todos los deberías y no deberías. Necesita libertad y espacio, un espacio inmenso, necesita el cielo entero y todas las estrellas, sólo entonces su espontaneidad interior comenzará a crecer.

Tu disciplina tiene que salir de tu corazón, tiene que ser tuya, y hay una gran diferencia. Cuando otra persona te impone la disciplina nunca podrá encajar contigo; será como llevar la ropa de otro. Será siempre o demasiado floja o demasiado apretada, llevándola siempre te sentirás un poco ridículo.
La disciplina es un fenómeno individual; siempre que la tomas prestada empiezas a vivir de acuerdo a principios prefijados, muertos. Y la vida nunca es muerte; la vida es un cambio constante momento a momento. La vida es un flujo.

Hay que estar alerta, observar cada situación y sus matices, uno tiene que responder a cada situación de acuerdo al momento, no de acuerdo a cualquier otra respuesta confeccionada por otros.
Intenta estar vivo con todas sus inconsistencias y vive cada momento sin ninguna referencia al pasado, sin ninguna referencia al futuro tampoco. Vive el momento en el contexto del momento, y tu respuesta será total. Y esa totalidad tiene belleza y esa totalidad es creatividad. Entonces todo lo que hagas tendrá su propia belleza.

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domingo, 27 de agosto de 2017

Ejercicio (la Accion) de Observarse a Sí Mismo

Esta práctica es para realizarla a lo largo de la vida, varias veces al día, durante algunos minutos cada hora; abordándolo gradualmente, después de algunos días de preparación preliminar.


Se trata de describirse a uno mismo con palabras explícitas y concisas, pero expresando también que uno mismo puede, en ese momento, ser consciente. Se puede comenzar cada descripción por «aquí y ahora», o bien por «en este preciso momento»; dejando que la atención se desplace de un objeto a otro, o de una persona a otra, o hacia otros objetos, al agrado de cada uno, notando bien la naturaleza de lo que se mira verdaderamente, es decir, lo que retiene la atención de uno en ese momento.
Hay que mirar lo que hay alrededor y formular, silenciosamente para uno mismo o en voz alta cuando se está solo, cada experiencia consciente, sin omitir nada, diciéndose: «aquí y ahora soy consciente de...» o «ahora y aquí soy consciente de que...»; a la vez que se observan al mismo tiempo los sentimientos, las emociones, los pensamientos en relación a la persona, objeto o acontecimiento que atrae nuestra atención y, por ello, darse uno cuenta de que es consciente.
Después se hace una formulación exacta de lo que se observa: «esto me gusta / me disgusta...», o bien «siento hacia ella, él o esto, la emoción o el pensamiento de...». Se ha de diferenciar entre las diversas partes de sentimientos o pensamientos: «es esto en él, ella o eso lo que me gusta / me disgusta...». También: «pienso esto acerca de ella, él o eso».

Para comenzar, se debe observar y prestar atención a los acontecimientos externos percibidos por los sentidos, pero sin suprimir el resto de experiencias.
Más tarde, se adjunta la observación simultánea de los acontecimientos y procesos interiores: asociaciones, pensamientos, emociones, sensaciones, tensiones musculares, sueños, etc.
Hay que distinguir los diferentes procesos internos considerándolos uno a uno en relación a los otros, y concentrándose durante cierto tiempo sobre cada uno de ellos: por ejemplo, sobre las emociones y sentimientos al principio, luego sobre los pensamientos, después sobre las tensiones musculares u otras reacciones corporales, etc. Hay que seguir cada uno de los acontecimientos externos e internos que uno asocia, reconociendo, con el máximo de detalles, los diversos objetos y acontecimientos.
Se debe conseguir, también, ser consciente de la trama entera del acontecimiento o acontecimientos dramáticos, cuyas partes componentes, dentro de uno mismo, son las reacciones personales.

Llegado ese momento, se debe mantener durante el máximo tiempo la presencia de la constatación o sensación de «aquí y ahora soy consciente de... y observo activamente...», la sensación de actualidad, de presencia de lo que ocurre, la constatación de que la consciencia existe verdaderamente o que, en todo caso, puede existir con un poco de esfuerzo, y por tanto, uno existe también.
Es preciso asegurarse de que es uno mismo quien está viviendo esta experiencia, que es uno mismo quien la provoca, quien la hace reaccionar, quien hace el esfuerzo de grabarla en la memoria.

Hay que prestar atención tanto a lo observado como a las experiencias internas, abstractas y mentales, las emociones y sentimientos, y las sensaciones corporales: lo que atrae a uno hacia el pasado, lo que lo empuja hacia el futuro, lo que uno desea ver llegar o debe llegar, o lo que llega espontáneamente, lo que uno invoca de forma voluntaria y, en consecuencia, provoca la realización, y aquello de lo que uno trata de escapar.

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