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Tradicion Tolteca

El Camino del Guerrero Grupos de Práctica

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miércoles, 6 de mayo de 2015

Instalacion Foranea y las Emociones Negativas

Uno de los asuntos más inquietantes e inútiles que la instalación foránea provoca en los seres humanos son las llamadas emociones negativas. Para poder empezar a luchar contra las emociones negativas, lo primero es convencerse de que no hay una sola de ellas que resulte útil. Todas las emociones negativas son igualmente destructivas y constituyen un signo de debilidad. Lo segundo de lo que tenemos que convencernos es que se puede luchar contra ellas, se pueden apresar y desterrar porque no tienen un centro real. Si hubiera un centro real para ellas, no tendríamos oportunidad alguna; permaneceríamos para siempre bajo el poder de las emociones negativas.


Afortunadamente para nosotros, existen en un centro artificial que puede ser destruido y disipado, y nos sentiremos mucho mejor si lo hacemos. Incluso la toma de conciencia de que esto es posible ya es mucho, el problema es que la instalación foránea nos ha dado tantas convicciones, prejuicios e incluso principios al respecto, que nos resulta difícil librarnos de la idea de que las emociones negativas son necesarias y obligatorias. En tanto que sigamos pensando que resultan necesarias, inevitables e incluso útiles para la autoexpresión o para muchas otras cosas, no podemos hacer nada, es por eso que es necesario desarrollar una cierta lucha mental para convencernos de que las emociones negativas no desempeñan ninguna función útil en nuestras vidas y que, al mismo tiempo, toda la vida está basada en ellas. Esto es lo que nadie percibe.

Una de las ilusiones más fuertes es pensar que las emociones negativas son producidas por las circunstancias, y así hablamos de estar airados “por alguna razón perfectamente justa”, pero todas las emociones negativas están en nosotros, dentro de nosotros. para poder empezar a luchar contra ellas debemos convencernos de que no hay razones justificadas para estar airados. Pensamos, y nos gusta pensar, que nuestras emociones negativas se producen bien por fallos de otros, bien por fallos de las circunstancias. Esto es una ilusión. Las causas de las emociones negativas no están en las circunstancias externas, están en nosotros mismos. No hay ni una sola razón inevitable por la que cierta acción de otra persona, o cierta circunstancia, tenga que producir una emoción negativa en nosotros. Solo nuestra debilidad.
Si uno se observa a sí mismo, verá que aunque las causas externas permanezcan iguales, a veces producen una emoción negativa y a veces no. La razón es que la verdadera causa de la emoción negativa está en uno y que el suceso externo es solo la causa aparente. Si uno se halla en un buen estado, si se está dando cuenta de sí mismo, si no se está identificando, entonces nada de lo que suceda fuera puede producir una emoción negativa.

En un intento por demostrar que las emociones negativas están producidas por causas externas, suelen plantearse preguntas tales como qué pasa con el dolor producido por la muerte de un amigo, así como con otros tipos de sufrimiento. El sufrimiento, en sí mismo, no es una emoción negativa. Solo producirá emociones negativas si uno se identifica con él. El sufrimiento puede ser real; las emociones negativas no. Después de todo, el sufrimiento solo ocupa una pequeña parte de nuestra vida, mientras que las emociones negativas ocupan una gran parte –ocupan la totalidad de ella−. ¿Por qué? Porque las justificamos. Por supuesto que aquellos llenos de emociones negativas e identificaciones van con toda probabilidad a producir similares reacciones en los demás, pero, de nuevo, uno puede aprender a aislarse en tales casos mediante la conciencia de sí y la no identificación, asumiendo al mismo tiempo que aislamiento no significa indiferencia. Las emociones negativas desaparecen cuando llegamos al pleno apercibimiento de que efectivamente no pueden ser producidas en nosotros si no queremos tenerlas y mucho menos por ninguna causa externa. Si están ahí es porque las toleramos, justificando su presencia en función de las circunstancias externas, eludiendo la responsabilidad para de ese modo no luchar contra ellas.

El solo padecimiento de un dolor no es una emoción negativa, pero puede convertirse en una cuando la ilusión y las identificaciones entran en juego. El dolor emocional, al igual que el físico, no es una emoción negativa en sí mismo, pero se transforma en una cuando empezamos a tejer sobre él todo tipo de adornos y bordados.

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