Liberar el pasado supone terminar la relación causa-efecto entre nuestro pasado y nuestro presente; por lo tanto es uno de los actos más importantes que podemos llevar a cabo, ya que engloba a todos los demás aspectos de nuestra vida.
Liberar el pasado no es solamente cambiar nuestra forma de ser y de vivir, sino que, significa cambiar y sobre todo liberar todas las personas, cosas y entorno que nos mantienen unidos a nuestro pasado, sea éste agradable o desagradable.
Esta posibilidad puede parecernos extraña, tal vez por nuestra tendencia a suponer el pasado, no sólo como lo que nos fundamenta, sino también como algo inamovible, razón por la cual se convierte en la excusa perfecta para no cambiar.
Liberar el pasado es una posibilidad mágica, que difícilmente encaja en la lógica racional. Liberar el pasado, en lugar de tratar de superarlo, se trata sencillamente de borrarlo.
Esta posibilidad no se refiere a poder cancelar los actos pasados, sino a renunciar a la relación que tenemos establecida con ellos, cuya expresión más general es nuestro modo de ser y de vivir.
Si nuestro pasado es el principal obstáculo para el cambio y la libertad, entonces el poder borrarlo representa la oportunidad de ser libres.
La resistencia a comportarnos de forma nueva surge de creernos incapaces de realizar cualquier cosa que no esté en el guión de nuestras acciones pasadas. Nos resistimos al cambio. Al mismo tiempo cuando empezamos a luchar por cambiar, nuestro pasado se vuelve el mayor obstáculo a vencer. La gente que nos conoce tiende a oponerse, puesto que al estar tan familiarizados con nuestra forma de ser, no admiten el que no actuemos de acuerdo con ella.
Esto sucede porque el encuentro con lo desconocido los enfrenta al problema de no saber cómo comportarse con algo para lo que no han sido entrenados y por tanto tratan de evitarlo.
No hay nada más amenazante para nuestro ego que una persona a la cual no podamos clasificar. Y es que nuestro pasado nos da una o varias etiquetas sobre la base de toda nuestra personalidad siguiendo los dictados de unos cuantos rasgos.
Asimismo, nosotros clasificamos a cuantos conocemos de acuerdo a etiquetas similares que derivamos de su pasado, sea real o imaginario. Como nos es incómodo tratar con el misterio, preferimos tratar con etiquetas; y nos creemos tanto más seguros, cuanto más rápido seamos capaces de colocarlas.
El mundo que se abre más allá de la descripción, es el mundo de lo desconocido, donde nada está escrito y es, por lo tanto, el mundo donde podemos crear, elegir, ser cualquier cosa que queramos. El mundo de la libertad.
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